Hasta hace tres meses, no tenía ni idea de qué iba esto de La isla de las tentaciones. Lo poco que sabía era el revuelo que levantaba en Twitter, algunos de sus memes más conocidos y que, para mucha gente, era su mayor placer culpable. Cuál fue mi sorpresa cuando me puse a ver esta temporada 5 y el 80% del tiempo es puro aburrimiento.
Salseos los justos
Cuando una se pone a ver un reality de Telecinco, las expectativas no es que estén muy altas, precisamente. De sobra es conocida la tendencia de la cadena, que tuvo su época de esplendor pero ahora se empeña en aferrarse a formatos obsoletos, incluso aunque estos fracasen estrepitosamente.
En el caso de La isla de las tentaciones, es uno de los pocos que todavía se mantienen a flote, al menos en cuanto a audiencias se refiere: ha conseguido liderar en audiencias la mayoría de sus noches de emisión pero ha sido la temporada menos vista de su historia con diferencia. Sin olvidar el debate en Cuatro, un fracaso irredimible.
Ya la premisa (lo que supuestamente atrae a la gente) me echaba para atrás pero confiaba en que fuera como ver un accidente de tráfico: tan horrible que no puedes dejar de mirar. Si bien lo primero sí se cumplió, no puedo decir que me haya mantenido enganchada porque la mayor parte del tiempo estaba concentrándome para no caer redonda.
¿Es posible hacer que un reality de infidelidades sea aburrido? Desde luego. Empezando por la duración: de sus dos horas y media (que terminan siendo tres por los anuncios), solo hay un 30-25% en el que realmente sucede algo. El resto es inflar artificialmente el programa metiendo escenas que no sirven para nada.
Es cierto que ‘Supervivientes’ y ‘Pesadilla en el paraíso’ se pasan su premisa por el arco de triunfo, porque al final lo de la supervivencia es lo de menos frente a ver a los concursantes liándose entre sí, llamándose de todo menos guapos o parando todo para que gente que no nos importa dé infinitas vueltas a hechos insustanciales desde el plató.
Pero es que en LIDLT ni siquiera tienen un hilo conductor: todo son fiestas donde supuestamente «pasan cosas muy fuertes» para que luego sus respectivas parejas vean planos sueltos en descontexto y pongan el grito en el cielo ante «semejante traición». La realidad es que sucede bien poco y siempre estás con una sensación constante de déjà vu porque todas las escenas parecen iguales.
Yo pensaba que era un programa de mamarracheo pero mamarrachadas las justas: normalmente, lo «fuerte» sucede al principio y luego tienes que sobrevivir a todo lo del medio para llegar a un desenlace donde, cuando parece que se empieza a animar, te cortan de repente y termina en cliffhanger.
Para un programa de Telecinco que es grabado (¿cuándo entenderá que las galas en directo ya no funcionan?), se sigue haciendo igual de eterno. Tanto por la falta de contenido de cada gala como por las interminables pausas publicitarias que muchas veces hacen que termine hasta 40 minutos más tarde… un jueves.
Los propios adelantos de cada final de episodio parecen más interesantes de lo que realmente son. Siempre están prometiendo más de lo que luego dan, con las constantes amenazas de que «sus actos tendrán graves consecuencias», promesas que luego se quedan en papel mojado.
Como colofón, la fauna humana que tienen como concursantes es para hacérselo mirar. Si al menos todo tuviera un tono diferente, más lúdico, menos serio, más consciente de sí mismo… estoy segura de que entraría mejor asistir a este circo pero, evidentemente, no ha sido así.
Lo único bueno de esto ha sido seguir la gala a través de Twitter. La creatividad de los memes de muchos usuarios supera con creces la del guion del propio programa. Según tengo entendido, otras temporadas han estado más movidas. Lástima que esta haya sido una auténtica tortura.
Pese a ir con las expectativas por los suelos, La isla de las tentaciones ha sido incluso peor de lo que imaginaba: galas interminables en las que no sucedía nada interesante, salseo en números rojos, anuncios a tutiplén y unos concursantes para darles de comer aparte. Con una temporada 6 ya grabada, pocas esperanzas tengo en que esto mejore.