Qué lástima que el programa más visto de la televisión del año pasado (y de lo que va de éste) termine moviéndose como si estuviera a punto de ser levantado. En la TV argentina, cuando un ciclo no funciona, echa mano a todo tipo de recursos y se desperfila antes de su final anticipado. Y, bien lejos de lo que sería un fracaso, Gran hermano se metió en ese andarivel sin necesidad aparente.

Ya hemos escuchado muchas veces, de boca del conductor, que “esto ha sucedido en otros países, chicos” o “esto es parte del juego y siempre pasa, tranquilos”. Ese justificativo por parte de Santiago del Moro sonó cada vez que entró gente a la casa… a cuento de todo.

Si bien es cierto que el formato holandés tiene cierta elasticidad, y que se puede adaptar a las necesidades de cada país, se supone que lo que debe protegerse como oro es el aislamiento. Que de eso se trata GH: un reality de encierro.

Holder y Mora, dos de los tres que regresaron el lunes, para sorpresa de los tres finalistas.


Holder y Mora, dos de los tres que regresaron el lunes, para sorpresa de los tres finalistas.

Más de uno podrá decir que el encierro, de cierta forma, se garantizó porque ninguno de los tres finalistas –Julieta, Nacho y Marcos– salió de la casa en más de cinco meses. Ellos integraban el team inicial de 18 participantes que el lunes 17 de octubre traspasó el umbral para dar inicio a la décima edición del programa en la Argentina.

Esta puerta se abrió para tu paso

Pero entre ese día y hoy, la famosa puerta que se montó para expulsar más que para recibir se la pasó dando la bienvenida.

‘Hola qué tal’ a los nuevos del repechaje (Ariel y Camila, en una carta clásica del juego), ‘Hola qué tal’ a tres que ya habían estado para que vuelvan a jugar (Juliana, Daniela y Agustín)…

 ‘Hola qué tal’ a La Tora (que pudo volver cuando GH sacó del juego a Juliana por hablar más de la cuenta), ‘Hola’ qué tal’ a seis familiares para que se queden unos días y finalmente (algunos) se quedaron dos semanas, ‘Hola qué tal’ a Alfa para que vuelva por un ratito (todavía no se entiende a qué entró, más allá de para volver a calentar el rating y vaya si lo logró esa noche). Sigue…

‘Hola qué tal’ a otros familiares de los cuatro semifinalistas (incluída Romina, que se fue el domingo pasado) para que estén unas horas en la casa, ‘Hola qué tal’ unos días después al hermano de Marcos que no había llegado a tiempo para el encuentro familiar y, ahora, ‘Hola qué tal’ a los tres primeros eliminados.

Rodolfo, el papá de Nacho, en el confesionario, como un jugador más. Y con Mora y Caramelo a upa.


Rodolfo, el papá de Nacho, en el confesionario, como un jugador más. Y con Mora y Caramelo a upa.

El que se fue echado vuelve sin que lo voten

¿Para qué entraron, se habrá preguntado más de uno? Y se lo deben seguir preguntando los tres que resisten el encierro, de acuerdo a sus caras. Y sus gestos.

Según la producción, entraron a “hacer campaña por cada uno de los tres finalistas”. Pero, curiosamente, no son ni los tres personajes más televisivos entre los ex (como sí podrían ser Coty o Alfa, picantes, polémicos, que generaban contenido) ni los tres más queridos por Julieta, Nacho y Marcos.

De este lado de la pantalla cuesta entender una campaña a favor cuando no se eligen entre las partes. De haber podido, ella seguramente hubiera elegido a Daniela, Nacho a La Tora y, Marcos, a Agustín. Hubiera habido tres equipos en los que, al menos, como televidentes, uno podría encontrar química y hasta afecto.

Es cierto, también, que GH no es un club de amigos. Y que para hacer amigos está la vida. Pero no menos cierto es que, para ser prolijo -cuanto menos- con el espectador, lo mejor es no reinventar tantas reglas para seguir sacándole jugo a una naranja que ya dio sus frutos.

La noche de fines de diciembre en la que reingresaron Agustín y Daniela. Más tarde tuvo su chance La Tora.


La noche de fines de diciembre en la que reingresaron Agustín y Daniela. Más tarde tuvo su chance La Tora.

El estiramiento y las “nuevas normas” que obligan a dibujar argumentaciones que -según el pulso de las redes y de los boca a boca de oficinas, bares y ascensores- no se entienden bien, terminan opacando un programa que supo brillar en términos de rating en una tele de capa caída.

No faltará quien diga que este lunes, con el incomprensible (para buena parte del público, de otros ex y de los tres finalistas) reingreso de Holder, Martina y Mora (eliminaciones por las que mucha gente pagó en su momento, votando en el 9009), el rating le dio la razón a producción: fue lo más visto del día con un promedio de 22,9 puntos, muy alto para los tiempos que corren.

Claro que también estaba la expectativa por ver qué actitud tomaba el programa frente a la detención de Marcelo Corazza, ganador de la edición del 2001 y actual productor del ciclo, en el marco de una causa por corrupción de menores.

Y Santiago del Moro estuvo a la altura, comprometido, más allá del comunicado del canal: “A mí personalmente, como persona, como ser humano y como papá, es un lugar al que me cuesta mucho llegar y siempre lo que pido es justicia absoluta. Y en caso de ser culpable, el peor de los castigos. No tengo ningún tipo de mirada piadosa con respecto a este delito”.

Así abrió la gala del lunes, entre el reality y la cruda realidad.

Bienvenido sea el rating alto, de eso no hay dudas, y más cuando el streaming y la falta de producciones locales acechan. Pero, más allá de los números, este GH no tenía necesidad de romper tanto las reglas.

Es cierto que muchas de ellas están hechas para que alguien las rompa, pero si jugamos al encierro, no me llenes la casa de gente, dale Big.

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