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Con la actuación del fabuloso Gabetta Consort, el Teatro Colón inauguró su Ciclo Barroco, una sana iniciativa (con curaduría de Verónica Cangemi) que busca saldar las muchas deudas que la programación de esa institución tiene aún con la música de los siglos XVII y XVIII.

Fundado por el gran violinista y director cordobés Andrés Gabetta, el ensamble estuvo integrado en esta oportunidad por una veintena de instrumentistas, muchos de ellos notables músicos argentinos residentes en nuestro país, entre ellos Dolores Costoyas (cuerdas pulsadas), Federico Ciancio (clave), Diego Nadra y Marisa Schmidt (oboes), o Gustavo Di Giannantonio y Rodolfo Marchesini (violines).

Compartieron atriles con ellos destacados visitantes, miembros habituales del ensamble en sus giras europeas, como el primer violín Nicholas Robinson, el guía de segundos Raúl Orellana Bertinelli o la cellista Claire Demettre.

Gabetta Consort en el Teatro Colón, dentro del Ciclo Barroco. Foto gentileza Teatro Colón/Máximo Colombaroli

Gracias al talento de todos ellos, y también al arte de Gabetta, desde el primer compás todo sonó como una perfecta unidad, sin desajustes rítmicos ni dinámicos.

No pareció haber, sin embargo, un concepto claro en el programa, que resultó una convencional sucesión de arias da capo más o menos conocidas de óperas de Händel, Vivaldi, Graun y Torri, más un dúo de Hasse.

Musicalidad tremenda

Ante un público heterogéneo (fruto de la también saludable política de precios populares para menores de 30 y mayores de 60) que de todas maneras no colmó la sala, el concierto dio comienzo con una versión arrebatadora de la Danza de las Furias del Orfeo de Gluck.

La inauguración del Ciclo Barroco del Teatro Colón fue con la presentación del Gabetta Consort. Foto gentileza Teatro Colón/Máximo Colombaroli

A lo largo de éste y los otros fragmentos instrumentales (dos movimientos del Concerto grosso en Do menor de Locatelli y el Concierto en Re Mayor llamado Grosso Mogul de Vivaldi, todos con el director como solista en violín), Gabetta desplegó su tremenda musicalidad, su conocimiento del estilo y una energía desbordante que sabe contagiar a sus colegas y al público.

Junto a Gabetta llegaron al país dos jóvenes contratenores con voces, registros, perfiles, “looks” y maneras de concebir la música y el espectáculo muy diferentes: el venezolano Samuel Mariño y el suizo de origen estadounidense Terry Wey.

Desde su primera intervención, con el célebre lamento de Orfeo, Che farò senza Euridice (Gluck), Wey mostró unas cualidades sólidas como cantante y artista que brillaron sobre todo en las arias lentas: un registro parejo y sonoro en todo el rango, un caudal acorde con el ensamble y con la sala, compenetración con cada afecto, conocimiento cabal de lo interpretado y sobriedad en sus gestos.

A la belleza de sus versiones de Ombra mai fu y Cara sposa (de Serse y Rinaldo de Händel), Wey sumó muy buen manejo de la coloratura en la poco transitada Pace e guerra de Lucio Vero (Pietro Torri), y en Sta nell’ircana y Furibondo spora il vento (Alcina y Partenope, también de Händel).

Representante de una nueva generación, el ascendente Samuel Mariño desplegó una actitud mucho más “estelar” (incluyendo tres diferentes atuendos a cuál más brillante), una espectacular presencia escénica y una gestualidad estudiada que conquistaron inmediatamente al público.

Su voz, de tesitura aguda, timbre bello y agilidad sobrenatural, es un producto perfecto para el disco pero no para las salas de concierto ni para los grandes teatros. Incluso una acústica milagrosa como la del Colón revela sus falencias: su registro es desparejo, con zona media y grave débiles incluso desde las primeras filas, y sus agudos, si bien “corren”, pueden resultar sumamente tirantes y estridentes cuando el cantante busca ganar potencia.

Ayudado por su tablet incluso en arias muy conocidas como Vedrò con mio diletto (Vivaldi) o Lascia la spina (Händel), Mariño ganó soltura y se destacó en las arias más brillantes, con un clímax en el cierre de la primera parte, donde entabló una batalla musical con el excelente oboísta Diego Nadra en Quella fiamma.

​Homenaje a los castrati

El saludo final del Gabetta Consort en el Teatro Colón, con los contratenores Samuel Mariño y Terry Wey. Foto gentileza Teatro Colón/Máximo Colombaroli

Si bien este tipo de duelos era frecuente entre los grandes castrati y los instrumentos que rivalizaban con ellos -es famosa la anécdota de Farinelli con un trompetista al que superó en fiato, agilidad y potencia-, lo que aquí comenzó de manera graciosa resultó cansador a fuerza de repetición.

Dos bises cerraron el menú: el final de la sexta sinfonía de Luigi Boccherini (La casa del diavolo) y el dúo Se mai più sarò geloso de Cleofide de Hasse, que fuera también el último número del programa.

La convivencia de Wey y Mariño en el escenario puso todavía más de manifiesto esta diferencia en la forma de rendir homenaje a los castrati, aquellos fenómenos célebres por su espectacularidad vocal pero también por sus caprichos y en muchos casos su voluntad de ponerse por delante de la música.

Ficha

Gabetta Consort

Director y solista: Andrés Gabetta Ciclo Barroco.

Teatro Colón, lunes 17 de abril

Calificación: muy bueno

MFB

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