Tinelli en la pista, Mirtha a la mesa y Susana en el living. Así formaba el podio de la TV hasta hace poco. Podían rotar las posiciones, pero los tres aparecían siempre como las grandes figuras de un medio que está barajando para dar de nuevo. No es que se hayan ido, pero soplan otros vientos. Y, de pronto, desde la cocina asomó, con más aroma a delantal que a purpurina, un personaje de receta simple y dulce. Y, además, cae bien, Betu.

Caer bien, como única carta, no alcanza para ganar una partida televisiva. Pero Damián Betular llegó a la pantalla con más herramientas, con nutrida trayectoria como pastelero, con formación, con educación, con interesantes dosis de humor, con el don de la gracia genuina, con la empatía afilada.

Lo suyo no es nuevo, pero está en su punto caramelo, artísticamente hablando. Desde su debut como jurado de Bake Off han pasado cinco años. Y el que al principio, para algunos, era “Bute”, Diego o Darío -porque fuera de la gastronomía no era conocido- hoy es uno de los personajes mas carismáticos de una tele abierta que sigue dando batalla.

Jurado de MasterChef (a las 22.45, por Telefe) -el programa más visto de este tiempo-, Betular se volvió pieza clave del certamen de cocina. Y no en vano lo buscan los publicistas, lo eligió Lali Espósito para su video de Comprame un brishito, lo sigue el rating, su flamante «patisserie» de Devoto tiene fila en la vereda y en las redes lo piropean más de lo que lo critican.

Demasiados elementos para quedarse anclado en el sencillo escenario del milagro. Acá hay un camino de razones, que él argumenta cada noche en el reality y cada día en sus cocinas.

El Betu de Dolores

Pero, ¿cómo es el Betular de cuando se apagan las cámaras, cómo es el que se ríe de sus obsesiones y se emociona viajando a su infancia?

O cómo es este señor de 40 años que parece un chico grande, de sonrisa pícara, que ahora tiene gorra y comparte el desayuno con Clarín, en un mano a mano que sobrevuela su camino, de Dolores a Devoto. Curiosamente, dos puntos del mapa asociados con sustantivos fuertes. La vida misma, a veces.

Lali – Cómprame un Brishito (Official Video)

-El otro día, a modo de chascarrillo, le dijiste a un participante que sentías que estabas de moda. Y, más allá de la broma, hay una suerte de Betumanía…

-Es que es muy fuerte la llegada del cariño de la gente, y también la aceptación de Damián Betular en la tele. Yo no hablo de mí en tercera persona, pero busco entender y disfrutar esto que sucede como desde otra perspectiva.

-Quizás la clave está en que representás algo posible, sin divismo, sin posturas, sin la construcción de un personaje mediático.

-Yo estoy mucho mas relajado en MasterChef que en Bake Off, porque Masterchef, en pandemia, me sirvió mucho…. Era la única gente que veía: un grupo de celebrities, Germán (Martitegui), Donato (De Santis), muchas personas trabajando en todo y, de pronto, me olvidé del miedo a la cámara y de pensar todo tres veces, como el punto de la crema o no sé qué. Empezó a aflorar lo genuino. Soy esto, siempre.

Betular está en pareja, pero vive solo: "No quiero contaminar con mis obsesiones. Quiero todo acomodado, siempre". Foto Maxi Failla.


Betular está en pareja, pero vive solo: «No quiero contaminar con mis obsesiones. Quiero todo acomodado, siempre». Foto Maxi Failla.

-Te para medio mundo: ¿qué recibís en la calle?

-Todo lindo, todo fuerte. Muchas veces lo pienso, y lo repienso, y me da hasta miedo de decirlo, pero cuando salgo el cariño es tan grande que me supera. ‘Nos ayudaste con tu onda en un momento tan difícil como la pandemia’, o ‘Ahora llego a casa con malhumor y miro MasterChef y me hacés reír’. Es muy gratificante el ‘Me hacés o nos hacés bien’.

-Se ve que a los publicistas también les hacés bien, porque sos una de las figuritas más codiciadas por la agencias.

-Sí, igual pienso mucho antes de agarrar. Hay muchas que no hago porque no tienen nada que ver conmigo. Por más que haya bastante dinero, hay que elegir las cosas en la vida. Después del 18 de marzo del 2020, intensifiqué un criterio que tenía: hago las cosas que solamente me hacen bien.

"Soy tu fan". Betular fue la estrella de Devoto el día que inauguró su pastelería. Revolucionó el barrio. Foto: Luciano Thieberger.


«Soy tu fan». Betular fue la estrella de Devoto el día que inauguró su pastelería. Revolucionó el barrio. Foto: Luciano Thieberger.

-Esa fecha la marcás por la pandemia ¿o pasó otra cosa puntual?

-Pandemia pura. Ahí me replanteé un montón de cosas: trabajaba en un hotel cinco estrellas y sentía que jamás iba a cerrar, que iba a haber laburo siempre. Y, de golpe, ‘Hay que cerrar el hotel, te vas a quedar en tu casa, se terminó todo esto, tenés a tu familia lejos y no la podés ver…’. Y decidí enfrentarme a esa realidad. Perdí a dos amigos y dije ‘Pará, todo esto es muy breve’.

-¿Y qué decisión tomaste?

-El clic que hice apuntó a cuidarme más, a comer más saludable, a dejar de tomar litros de gaseosa por día y a dejar de almorzar un alfajor, pero no por lo estético, sino por sentirme bien. Y, por otro lado, siempre fue vivir exclusivamente para que el otro esté contento, y desdramatizar. Lo hacía con todos. Y eso era como una carga muy grande. Entonces dije ‘Voy a pensar un poquito más en mí’.

-Pero no perdiste esa generosidad de fábrica…

-No, pero me priorizo más que antes. Antes era ‘No, dejá, voy yo, lo hago yo, me ocupo yo’. Ahora voy al gimnasio a la mañana, trato de organizarme bien, a pesar de la tele, que es un poco cambiante y vertiginosa… yo tenía pensado MasterChef para más adelante. Es un programa que requiere mucho tiempo: esa hora y poco que mira la gente por ahí son ocho o nueve horas de grabación.

Donato de Santis, Damián Betular y Germán Martitegui, el jurado de "MasterChef".


Donato de Santis, Damián Betular y Germán Martitegui, el jurado de «MasterChef».

-¿Todo eso que probás te lo tragás, esté como esté?

-Obvio.

-El otro día había una entraña muy cruda.

-Lo sé, era como un tataki: vuelta y vuelta (se refiere a un modo rápido de cocción de la cocina japonesa). Hemos comido cosas fuertes, incomibles te diría, por exceso de algo, por falta de algo, nunca en mal estado. Pero para mí es como una cuestión de respeto, jamás me sacaría un bocado de la boca.

«Acomodo todos los almohadones para que queden perfectos»

Sentado en una oficina del piso de arriba de su local de pastelería, no responde al prototipo del mandamás del lugar. En el trato con sus empleados, y en esa puerta que por momentos se vuelve giratoria por tantas consultas que le hacen, hay clima como de cooperativa, aunque tiene 60 personas a cargo.

Enfocado en la charla, en un espacio embebido por el exquisito aroma a chocolate que dejaron las Pascuas, cuenta que “me levanto muy temprano, hago gimnasia, vengo todas las mañanas, luego voy al canal, vuelvo de laburar y veo un rato Masterchef, alguna serie y trato de dormirme temprano. Me mudé a Devoto, a unas cuadras cerca de acá”.

Betular llegó a la TV gracias a la pastelería, pero se ganó un espacio a puro carisma e histrionismo. Foto Maxi Failla


Betular llegó a la TV gracias a la pastelería, pero se ganó un espacio a puro carisma e histrionismo. Foto Maxi Failla

-¿Estás en pareja?

-Sí, pero no convivimos. Llevo una vida muy rutinaria, me ordena.

-¿A qué hora amanecés?

-A las 6.45 o 7 ya estoy arriba. Nunca desayuno en casa, porque al trabajar de gastronómico es llegar y desayunar en el lugar.

-Acá, ¿con qué te esperan?

-Con café nada más, porque después como demasiado en el programa. Apenas despierto me voy a la ducha, ventilo mucho porque me gusta el cambio de energía, aunque haya menos de 20 grados, hago mi cama, acomodo todos los almohadones para que queden perfectos y ahí me vengo. Uno por uno.

El libriano se ríe de la descripción de obsesión. Confiesa, a modo de yapa temática, que “si la veo rara, también peino la alfombra”. Tiene risa contagiosa. Se agradece.

-¿Te reconocés en ese nene criado en Dolores?

-En un montón de cosas. Cierro los ojos y veo al nene que jugaba y ya hacía las tortas, y se disfrazaba siempre que podía. En los actos del colegio era el primero en querer subir al escenario… No sé, ponele el 25 de Mayo, no pretendía ser la dama antigua, pero sí quería un papel que tuviera presencia. Me acuerdo que en un acto de la Tradición me puse un poncho y me disfracé de Mercedes Sosa.

-¿Te gusta gustar?

-A mí me gusta mucho… no agradar por la aceptación, sino me gusta que la pasen bien cuando están conmigo. Para mí es como mi misión. Alegrarle, al menos por un rato, la vida a la gente.

-¿Y eso no aflojó con el clic que te hizo la pandemia de volver más a vos?

-No, eso está en mí. Trato de levantar a mi entorno si veo que es necesario. No es que alguien me lo haya pedido, pero me hace bien el aflojar, el desdramatizar, el descontracturar, el romper. No hay nada tan grave, salvo lo verdaderamente importante, que no se pueda hacer un poco más llevadero. Eso lo aprendí de Humberto Tortonese, al que amo con toda mi alma.

Damián Betular fue Pico, el tucán, en "¿Quién es la máscara?" Captura TV.


Damián Betular fue Pico, el tucán, en «¿Quién es la máscara?» Captura TV.

-Manejan distinto tipo de humor, ¿no?

-Absolutamente. Formamos un grupo de pensamiento y de humor bastante ecléctico y nos respetamos mucho en la diferencia.

Cuenta que hizo la primaria en el Doctor Victoriano Emilio Montes y la secundaria en la Escuela Industrial número 1, Delfor del Valle, todo en Dolores, su ciudad natal.

-En el colegio ¿eras ‘Damián el copado’, ‘Damián el tímido’, ‘Damián te quiero en mi equipo’?

-Líder no, pero caía bien. Soy de la época en la que había una raya en el medio del patio y era mitad hombres y mitad mujeres. Me alegra que eso se haya roto y deconstruido. Y después hice el secundario en un colegio todo de hombres, salvo Evangelina, que se animó al industrial. Eramos 39 y ella.

-¿Pegó onda con ustedes?

-Re, además yo siempre tuve facilidad para hacer amigos. Qué hermoso ese tiempo… Me hacés recordar eso y me veo andando en bicicleta por la calle, o tomando el colectivo Línea 1 que pasaba por la puerta de casa y me dejaba en el colegio. Yo veo ahora, cómo está todo en el 2023, y agradezco haber vivido en los ‘90, en un pueblo.

-Eran años de infancia sin miedos.

-Imaginate que esperaba a mamá en la puerta de casa, sentado en el umbral, solito. No había peligro.

El hijo de Carmen y Néstor

Ahora habla de “mamá y papá” y cuenta que “son jóvenes, ella tiene 65 y él va a cumplir 70. Yo venía a Capital desde muy chico, porque mamá tiene ‘Regalos Carmen’ hace 35 años, una boutique de accesorios de moda, y cada 15 días vienen a comprar. Yo le digo a ella que es mi Lady Di (Carmen tiene pelo cortito, rubio y es bonita)”.

Con un tono de voz pincelado por la melancolía evoca “el arroz con pollo que mamá dejaba preparado para cuando volviera del colegio. Esa ollita es el olor de esos recuerdos. Capaz no estaban mucho en casa porque trabajaban un montón, pero se ocupaban de que mi hermana y yo estuviéramos con alguien. Y de estar presentes en los detalles”.

Autor del libro "Pastelería, volumen 1", Betular dice que prefiere el jogging que la ropa de gala.


Autor del libro «Pastelería, volumen 1», Betular dice que prefiere el jogging que la ropa de gala.

Y salta a una postal de la adolescencia: “Nosotros íbamos a bailar a Santa Teresita o a Pinamar, lo que implicaba que manejara un chico en las rutas con mano y contramano, neblina, riesgo. Yo: ‘Mamá voy a ir a bailar’. Ella, con todo el miedo del mundo: ‘Ok, me llamás desde que salís hasta que llegás’. Te hablo de tiempos de teléfono publico. Siempre fue una relación a base de confianza, apoyo y mucho amor.

-¿Cómo tomaron tu decisión de ser cocinero?

-Cuando en el 2000 dije que iba a estudiar Gastronomía, en el colegio me miraron raro. Y ellos me dijeron ‘Vamos la semana que viene a Buenos Aires y elegí dónde querés estudiar’. Me bancaron siempre, en todas.

-¿Y ahora son los papás de Betu o siguen siendo Carmen y Néstor?

-Carmen y Néstor. Mi papá es súper perfil bajo y al principio le costaba cuando le hablaban de mí como alguien famoso. Ahora lo está disfrutando más. En Dolores tenemos una terma, tenemos la Fiesta de la guitarra, hay momentos en el año que son muy populares, y papá me cuenta que «pasan por el negocio y como que quieren preguntar si somos los papás de Damián». Ellos se ponen contentos.

Damián Betular, en un viejo desafío gastronómico contra su amigo Germán Martitegui. Captura de TV


Damián Betular, en un viejo desafío gastronómico contra su amigo Germán Martitegui. Captura de TV

En la casa de los Betular, cuando él era chico, “estaba el televisor prendido en Utilísima, te hablo de la época de Patricia Miccio, de Francis Mallmann, de Osvaldo Gross (uno de sus referentes). Mamá lo tenía puesto 24 horas, aunque no lo miráramos todo el tiempo. Yo, además, tenía uno en mi cuarto y los sábados veía Ta Te Show, con Leonardo Simonsy me vi todos los de Cris Morena.

-¿Soñabas con estar ahí adentro?

-Nunca… y mirá.

-Eras fan de…

-De Alicia Berger (una de las cocineras de Utilísima), que combinaba recetas con viajes. Yo no tenía acceso a ese mundo. Un día me animé y le mandé una carta, diciéndole que mi sueño era estudiar con ella. Era fabuloso cómo hacía su programa: preparaba una torta rusa y te hablaba de sus viajes, ponía fotos de Moscú, no sé, era una adelantada. Y a nivel gastronomía era top. Y siempre estaba impecable, con su brushing y su chaqueta blanca.

-¿Te contestó la carta?

-Por supuesto, una señora con todas las letras. Me dijo que en ese momento no tenía cupos. Con los años tuve la oportunidad de conocerla y decírselo. A los 15 era fan de Alicia, pero luego, a través e El Gourmet fui descubriendo a Dolli (Irigoyen), a Pame Villar, con quien luego trabajé y flasheé. Todo se fue dando sin buscarlo o pensarlo, o buscándolo, pero sin proponérmelo.

-Afuera hay gente esperando por un autógrafo, ¿te incomoda el “Betu, Betu”?

-Me hace bien y es parte de esto. Ahora vivo cerca de donde baja la gente del tren y capaz estoy 15 minutos a las 8 de la mañana y es todo foto y saludos. Y me encanta. Tengo guardado cada uno de los dibujitos que me dan los nenes.

-¿Siempre fuiste así de querido?

-Sí.

-A partir de la fama ¿cambio tu rol en la familia o todo sigue igual?

-Todo igual. Somos una familia muy chiquita y con el tiempo vas perdiendo familiares y capaz no se entienden unos con otros… Y antes de las Pascuas yo tomé como la misión de unir. Dije ‘Vamos con el superpoder de Betu, a limar diferencias a partir de la comida’. Este año le dije ‘Ma, voy a pasarlo solo, vengan todos a casa’. Vinieron mis tíos, mi hermana y la pasamos genial.

-¿Qué cocinaste?

-Nada. Compré pasta y quesos en lo de Donato, compré huevos de acá…

-¿Cómo compré? Si son de acá son tuyos…

-Acá se paga todo, tengo socios. Yo aprendí algo del negocio de mi mamá: ‘La caja no es la billetera de nadie’. Y eso también me lo enseñaron tantos años en el Hyatt: desde el CEO de la empresa hasta el empleado de línea tiene el mismo beneficio, equis noches gratis. Yo soy el apellido de algo, pero si no trabajamos en equipo no funciona. El mejor ejemplo del lider de algo es estar a la par.

-¿Cómo eran los huevos de Pascuas de tu infancia?

-Riquísimos, los comprábamos en la panadería del pueblo: chocolate negro, con el cisne blanco en relieve, el ojo celeste, mucho rosa y unos confites incomibles, pero no lo cambiaría por ninguno de los de ahora.

El nieto de Pocha, Pichuco, Amelia y Perico

Hay, detrás de ese niño grande que se anima a bailar en cámara y se vuelve cómplice de los participantes, cuatro abuelos que dejaron huella: “En la casa de Pichuco y Pocha, los papás de mamá, siempre había tres cosas, pollo al horno, puchero y una pasta. Y en Semana Santa había dorado al horno, mayonesa de atún con 18 mil latas, y todo se preparaba con mucho tiempo”.

El billete del amor, de Pichuco para Pocha, que Betular comparte con Clarín.


El billete del amor, de Pichuco para Pocha, que Betular comparte con Clarín.

Generoso en servir memoria emotiva entre los cafés, regala una postal del amor en sepia, de esos amores que no se decoloran con el tiempo: “La abuela Pocha se casó con Pichuco, y ella fue quien le enseñó a leer y a escribir. Y, una vez que él supo hacerlo, le puso en un billete ‘Te adoro Pocha’. Y se lo dio en la Plaza Castelli”.

Y, a pedido de Clarín, abre el juego de los recuerdos que entibian el alma, atesorados en un billete de un peso. Una imagen que vale más que mucho.

También habla de Amelia y Perico, “por el lado de papá, caseros en una estancia, criados con lo justo y necesario. Tuve abuelos maravillosos”.

También se le afloja la voz cuando recuerda a su madre, paseando por Mar del Plata, parándose a hablar con gente necesitada, ayudando: “Yo era chico, pero eso me quedó grabado. Viene a Buenos Aires, ponele, y cuando ve a alguien vulnerable por la calle le sale la mejor parte”.

En la charla no faltan los créditos de casi nadie de la familia, se cita a Tota, a Ñata y al tío Aníbal, el que hizo lo que pudo para que su sobrino saliera futbolista: “Me regaló una pelota seis años seguidos, pero a mí me ponían de 4 y me la pasaba charlando con el arquero”.

Hablar una hora y pico con Betular es pasar por varios estados. No hay glamour ni personaje impostado, hay gratitud. Como lo hace sentir en su abrazo final.

WD

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