En la flamante era de Marcelo Tinelli al frente de América -en su rol de gerente artístico-, se cruzan viejas ideas con apuestas más modernas que llegarán en algún momento. Del primer grupo forman parte la pista de su Bailando que se viene y el regreso ya consumado de Polémica en el bar, a 60 años de su creación. Y, tirando del hilo de la memoria, asoma él. ¿Quién? El rey de la sanata.

El título, sin coronita monárquica, pero con meritocracia, es para Fidel Pintos, uno de los emblemas de esa mesa de tertulia televisiva construida en 1963 por los hermanos Hugo y Gerardo Sofovich. Si bien no estuvo sentado en todas las temporadas, su paso por Polémica quedó sellado a fuego. No sólo por su talento como actor, sino por la impronta de su personaje.

De piernas cruzadas y cara de me las sé todas, Fidel representaba al argentino que hablaba mucho y decía poco. Sanateaba como nadie. Era un espectáculo.

Así como algunos ven un partido de fútbol y no le quitan la vista a determinado jugador, tenga o no la pelota, porque verlo en cancha es toda una atracción, otros ponían el ciclo que durante décadas supo cosechar muy buen rating para no perderse las genialidades de Fidel Pintos, hablara o no. En esta nueva etapa el programa no llega a los 2 puntos.

Su cara de póker en determinados gags o sus desopilantes ping pong con Javier Portales o Adolfo García Grau eran ases de espadas apoyados en la mesa. No hacía falta pegarse el naipe en la frente. Lo suyo era la sutileza del pícaro porteño, un hombre con estaño sin necesidad de acodarse en la barra.

La historia de Fidel, a 49 años de su muerte

Qué festín se haría hoy en una Argentina que da tema para todo: embebido en su personaje, era un crack de la acotación al margen y su simpática criatura (casi de ficción) lo rebautizó para siempre como un miembro de la realeza de los cafetines de Buenos Aires.

En el equipo que desde este lunes acompaña a Marcela Tinayre en la temporada que celebra el 60° aniversario de Polémica… no hay ninguno que se le acerque a los tobillos siquiera.

En su época de gloria, los otros grandes del humor hablaban maravillas de él: desde Tato Bores a Alberto Olmedo. Consultada hace un tiempito por Clarín, la actriz María Rosa Fugazot fue categórica: «El viejo Fidel era un capo del teatro de revistas, de la radio, de la televisión… Y, además, era pura ternura. Trabajamos muchos años juntos en los programas de los hermanos Sofovich«.

Fidel Pintos: sabía hacer reír, pero las discusiones lo hacían llorar.


Fidel Pintos: sabía hacer reír, pero las discusiones lo hacían llorar.

Contó que «cuando había una discusión o alguien se enojaba en el estudio, se le llenaban los ojos de lágrimas. No soportaba el mal clima de trabajo. Verlo triste era una puñalada. Imaginate lo que representaba esa escena, la de un hombre grande al borde del llanto, que hasta Gerardo se iba al mazo”.

Pintos -que nada tiene que ver con Abel- nació en el Bajo Belgrano el 28 de agosto de 1905 (justo 40 años antes que Clarín). Antes de convertirse en uno de los mejores cómicos del país, se probó en una amplia gama de trabajos. A su sólida base de humor blanco, genuina y efectiva, con los años le fue sumando tonos para poder brillar en las revistas del Maipo o del Astros o potenciar su picaresca en el cine.

Cómo nació su personaje emblemático

En los guiones de «La mesa de café» -como se llamó originalmente el sketch de Operación Ja já en 1963, que luego se transformó en Polémica con formato de programa-, su papel figuraba como Sanata.

Pintos era el dueño del murmullo, el tipo que se las sabía todas, y cuando no las sabía… las sanateaba. Compartía la tertulia cafetera con actores de la talla de Carlos Carella, Javier Portales, Adolfo García Grau, Juan Carlos Altavista o Mario Sánchez, entre otros.

Cuando alguna vez le pidieron que explicara el ABC de su personaje ensayó que lo suyo pasaba «por hacer que digo algo sin decir mucho y, sin embargo, se entiende la intención, mucho palabrerío sin sentido«. Y, a ese ADN, le sumaba las muecas. Las muecas de Fidel merecen un párrafo aparte.

De nariz prominente y sonrisa contagiosa, su cara se volvía elástica y sumamente expresiva. Imposible no reírse viéndolo en ese rol chamuyero. Su retrato está colgado en una de las paredes del viejo bar.

De él se decía que era «diferente», a modo de piropo. Y Pintos alguna vez recogió ese guante: «Soy diferente porque tengo un naso que no me entra ni en las fotos. En mi documento, mi nariz sigue en la otra página’.

Sobre su nariz alargada, el sitio digital Mágicas ruinas, crónicas del siglo pasado publica que, según Fidel, el mejor chiste sobre ese tema se lo había hecho su amigo Enrique Santos Discépolo: ‘Che, ¿no me alquilás un agujero para vivir?’.

Fue compositor de tango y presentador de orquestas, y en la radio brilló con su inefable modisto Monsieur Canesú.


Fue compositor de tango y presentador de orquestas, y en la radio brilló con su inefable modisto Monsieur Canesú.

Uno de sus sueños, incumplidos, por cierto, era ser cantor de tangos. De hecho, se vestía como un tanguero y compuso algunas piezas como Vamos corazón, que ha interpretado la orquesta de Osvaldo Fresedo, y Te vi partir, en la voz de Hugo del Carril.

El tango también lo contó como presentador y animador de viejas veladas de la década del ’40, en las que desgranaba sus “glosas”. Así comenzó su camino artístico.

Fue cadete bancario, agarraba todas las changas que podía y luego consiguió un trabajo fijo en el Correo. A los 27 años debutó en teatro con el Grupo Churrinche, dirigido por el uruguayo Domingo Sapelli. Y, a partir de ahí, las granes ligas: en el ‘45 llegó al Teatro Maipo y en el ‘48 debutó en el cine con Novio, marido y amante, de Mario Lugones.

En menos de 30 años filmó 40 películas. En el ’74 se estrenó Los vampiros los prefieren gorditos, con Jorge Porcel. Murió el 11 de mayo de ese año. Casado con María Claudina, formó una numerosa familia y a muchos de sus miembros pudo contagiarles su pasión por River. También era fana de Defensores de Belgrano.

Niní Marshall & Fidel Pintos, dupla tomada por la gracia.


Niní Marshall & Fidel Pintos, dupla tomada por la gracia.

Sus otros personajes

Fidel fue Sanata, pero también fue El profesor Fidelius (una suerte de manosanta) o Don Mateo, el primer peluquero de la vieja peluquería que crearon los Sofovich. Y fue el inolvidable (para toda una generación de la radiofonía) Monsieur Canesú, personaje que estrenó en Radio Callao, a partir de 1950. Y luego llevó a otras emisoras: un modisto desopilante. En su boca, el «mesié» sonaba embriagador.

Caricatura de Fidel Pintos, que Caras y Caretas publicó en 1952. "Yo soy el del naso largo", solía decir él para identificarse.


Caricatura de Fidel Pintos, que Caras y Caretas publicó en 1952. «Yo soy el del naso largo», solía decir él para identificarse.

Ganó un Martín Fierro en el ‘70 y un espacio incuestionable en una necesaria galería a los mejores personajes de los 72 años de nuestra bendita TV.

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