La ficción de Star+ cuenta la vida de una mujer que se transforma en columnista de consejos, mientras ella se hunde en su propia crisis.

No es una serie más, dentro del pelotón ilimitado de ofertas del streaming, pero tampoco quedará -seguramente- en la memoria de los espectadores como una perla preciosa. Pequeñas cosas hermosas no es una joyita, pero sí vale la pena ser vista. De haber tenido un relato audiovisual menos pretencioso -que termina siendo confuso- sería imperdible.

Pero no lo es, rigurosamente hablando. De todos modos, es de las que uno podría poner en su lista de «para ver más adelante», porque tiene una buena idea, sólidas actuaciones y un planteo interesante: desempolvar las raíces de una mujer con vida gris para entender su crecimiento sinuoso, su presente, su crisis.

Y es, desde esa misma crisis, que el guión remonta vuelo para ponerla, de la noche a la mañana, al mando de una columna editorial sobre consejos de vida. Ese espacio, teóricamente manejado por una mujer llamada Sugar, estaba a cargo de un amigo que decide dejarle esos textos a ella, que de joven pintaba para escritora célebre.

Clare y su hija, Rae, en el episodio final de "Pequeñas cosas hermosas".


Clare y su hija, Rae, en el episodio final de «Pequeñas cosas hermosas».

Pero Clare Kinkade no es lo que los demás esperaban de ella ni, mucho menos, lo que ella misma deseaba: armó una familia, pero su marido la echó de casa y su hija la desprecia. Y en su trabajo miente y en el sillón de la terapia de pareja sufre y calla. O habla y no dice demasiado.

Y para entender cómo esa mujer logra, sin buscarlo, darle una mano a sus angustiados lectores, la serie propone un contrapunto constante entre su pasado y su presente, con su versión actual (interpretada por Kathryn Hahn) y su versión adolescente (Sarah Pidgeon) alternándose en pantalla. El recurso no es malo (ni nuevo), pero su uso excesivo le juega en contra. Sumado a que los cortes de escena para pasar de un registro a otros son abruptos y tajantes, sin hilo escondido… ni siquiera a la vista.

Ese ida y vuelta en el tiempo, sin escalas y como de prepo, le quita claridad. Ya bastante cuesta entender y asimilar algunas postales de sus tiempos mozos, como para sumarle confusión a cuál Clare le pasa lo que le pasa. ¿A la de ahora, a la de antes? Porque, como si todo eso no alcanzara, en el último episodio se superponen las distintas versiones de varios personajes (ella joven y adulta, su hermano joven y adulto, su madre viva y muerta).

Danny y Clare, una pareja que busca soluciones en el sillón de su terapeuta.


Danny y Clare, una pareja que busca soluciones en el sillón de su terapeuta.

A pesar de ese relato un tanto caótico, la serie consigue salir airosa en su intento por echar luz sobre la oscuridad de un personaje que termina siendo aceptado por su entorno y, fundamentalmente, por ella misma. Como si su Sugar le hubiera escrito a ella diciéndole «es por acá, Clare».

Y, hasta llegar a ese punto, a lo largo de los ocho episodios que merodean la media hora se van mostrando los vaivenes de los vínculos que ella tejió (y más de una vez enredó) con su hija, Rae, con su esposo, con su hermano y con su madre, Frankie Pierce (en una muy buena composición de Merritt Wever, la estudiante de enfermería de las seis temporadas de Enfermera Jackie), que ya no está, pero, como dice el tango, es «el pasado que vuelve a enfrentarse con mi vida». Con la vida de Clare, con la de sus lectores de Sugar y con la nuestra, por qué no.

Merrit Wever interpreta a la madre de Clare. Aquí, ese vínculo en el recuerdo de la protagonista.


Merrit Wever interpreta a la madre de Clare. Aquí, ese vínculo en el recuerdo de la protagonista.

Ficha

Calificación: Buena

Drama Protagonistas: Kathryn Hahn, Merritt Wever y Sarah Pidgeon Creación: Liz Tigelaar Dirección: Rachel Goldenberg Emisión: Ocho episodios en Star+.

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