A mi siempre me gustó, desde hace un montón de tiempo, preguntarme porque las cosas se hacen así” dice Hernán Casciari, autor, conductor, productor y, básicamente, un nombre que junto a su equipo ha logrado hacer de Orsai una usina de relatos, una forma de producir por fuera de modelos industriales que oscilan entre lo vetusto y la crisis. Ese modelo ahora estrena la película La uruguaya, financiada por ese mismo modelo, un sistema de financiación donde socios productores se involucran no solo poniendo dinero si no sumando opiniones y siguiendo de cerca el proceso creativo. La película de Ana García Blaya, basada en la novela de Pedro Mairal, viene de un recorrido exitoso por varios festivales de cine, desde el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, festival en Miami y hasta en Barcelona. Y ahora, ya comprada por Disney, comienza su recorrido en las salas comerciales. Suma Casciari: “En la industria editorial me lo pregunté todo el tiempo, y cuando descubrí que ellos no lo sabían intentar, encontrar otro porque. ¿Y por qué? Después de tanta pregunta, viene el intento de hacerlo diferente. Nunca me gustó mucho que el trabajo cultural no sea 100% divertido, que esté lleno de burocracia, de estructuras, de gente que no lo esté disfrutando, me parece espantoso. Trato de generar estructuras entre amigos donde podamos trabajar de una forma 100% divertida. La creación de una revista como Orsai, o de películas como La uruguaya, todo eso nace de esa pequeña obsesión”.
—¿Qué implica el estreno de La uruguaya para el sistema que han creado?
—Es como la confirmación de que el sistema funciona: La uruguaya tuvo mucha suerte igual. Pero un poco nos hace creer que el sistema, que implica que todos los productores tengan dividendos (después de venderla a una distribuidora internacional como Disney para América Latina, y nos quedan muchos territorios). Eso sumado a que vamos a tener un estreno en cine, con muy buena difusión, que es una producción tremendamente independiente pero va a estar bien distribuida. Todo apunta a que el sistema que creamos funciona muy bien. La uruguaya la hicimos 1961 socios, el siguiente proyecto alcanzó 5400 socios, el siguiente alcanzó 10.033. Estamos buscando el techo también. De todos los proyectos que tenemos en danza, La uruguaya es el que menos costó. Los demás ya superan el millón de dólares. Es muy raro por un lado, porque no estaba planes siquiera nuestros que tanta gente se sumara al proyecto y que sobre todo que no estén esperando una ganancia, con el dinero que pusó se dan a veces por satisfechos por permitir que existan cosas que no existirían de otra forma.
—¿Qué sentís entonces frente al estreno de La uruguaya, es decir, su salida a las salas comerciales?
—La sensación es que una de las ideas más kamikazes que les presente a los lectores de Orsai antes de la pandemia prendió. La otra vez me hicieron escuchar el audio de 6 minutos en el que cuento cosas que son absolutamente ridículas y que se cumplieron todas: que iba a andar bien en festivales, que iban a ganar plata, que íbamos a vender a una distribuidora grande, que se iban a divertir un montón, que iba a haber una película de la película, un documental, que iban a poder elegir el casting. Me da mucha alegría que puedan generar un proyecto tan lúdico, y tan poco sostenido en lo económico. Quiero decir, sí hace falta guita, pero es un grupo de gente que no le importó recuperar la guita y eso me impresiona.
—Es que eso es lo que impresiona: la ayuda comunal buscando simplemente que el relato exista, algo raro cuando el cine a veces se vive como algo medio difícil de entender a la hora de la financiación. Esto recupera algo comunal del cine.
—Tiene una característica que también tuvo, hace 10 o 12 años, cuando empezamos a soñar una revista de literatura sin publicidad. También lo hicimos con un sistema de distribución muy alternativo, lejano a lo industrial (pero no). Nos dimos cuenta que el sistema funcionaba, pero ahí apareció otro miedo: no sea cosa que hagamos una revista de mierda. Con la película nos pasó lo mismo, tenía mucho miedo al descubrir que el sistema funcionaba, que no fuera una película de mierda. Por suerte Ana Blaya García y todo el equipo hizo una película hermosa. O sea, que además le pusimos el moñito al sistema. Si la película era una garcha, era un problema, pero nos salió todo lo contrario. Por eso que haya ganado el Festival de Mar del Plata, mejor actriz en Barcelona, premio en Miami, que la haya comprado Disney, hace que todo el círculo sea virtuoso. No tenía porque funcionar tan bien pero, por suerte, funcionó todo bárbaro.
—El sistema le ha sabido hablar al universo festivales y al universo salas de cine, dos universos a veces divorciados.
—Creo que tiene que ver la elección de la novela de Pedro, que es tanto una objeto literario pero también es popular, te la devoras. Ana García Blaya como directora encontró esa dualidad entre lo profundo y lo popular, no adaptar la novela al cine, si no responder a la novela con una historia vista de otro lugar.
—¿Qué sentís que sintetiza lo que es la película La uruguaya?
—Se le respondió a una novela en vez de adaptarla. Eso ve la gente que leyó el libro. El que va al cine con el libro leído se encuentra con algo muy nuevo. El que va sin el libro leído se encuentra con una comedia romántica muy divertida. El que va con el libro leído recibe un lindo regalo ideológico.
—¿Qué pasa cuando hay que pensar con la gente yendo a sala?
—En reuniones que tuvimos con Disney, la distribuidora, con quienes hacen prensa tradicional, les dije que en el caso nuestro tienen una ayudita. Nosotros tenemos muchísimos socios productores, que saben que sí a la La uruguaya le va bien en el cine, a sus proyectos les va a ir bien en el cine. Es gente que va a ir al cine por interés. Yo creo que va a ir muy bien.
—¿Cuál es el límite de este modelo?
—Una de las principales características de Orsai es que no busca límites, ni preguntarse hasta cuándo. La otra vez hablamos que quizás en algún momento no hagamos más películas si hay otra cosa que nos deslumbra. Somos como perros que se sienten deslumbrados por metales que brillan en el pasto. Queremos divertirnos con cosas que nos gustan. En el cine, nos define lo literario: la historia de un escritor que cruza el charco para cobrar unos libros que no escribió. La de Diego Peretti es un actor que deja de sentir pasión y se va a Bruselas detrás de un libro de cómics. Ahí hay algo, que no une. Igual que una revista. Son cosas que nos gustan mucho. Historias que nos gustan mucho. Ese es el hilo conductor. Desde los cinco años soñamos con hacer lo que hacemos ahora. Queríamos jugar toda la vida de lo que estamos haciendo ahora.