Gabriela Hlito contó que su papá, Alfredo, solía sentarse al lado del cuadro que estaba pintando a leer novelas. Cada tanto, se levantaba y daba una pincelada, como si espiando por el rabillo del ojo diera con eso que sin buscar, se encuentra.

Así lo recordó María José Herrera, la curadora de la exposición homenaje a Hlito, a 100 años de su nacimiento y treinta de su muerte, en el Museo Nacional de Bellas Artes.

La muestra, Alfredo Hlito. Una terca permanencia, da cuenta de cómo este pionero del arte abstracto argentino en la década de 1940 se convirtió en el creador de figuraciones singularísimas a partir de los años 60. 

Se trata de sus «efigies», que se nutrieron de iconografía religiosa, cubismo y pintura metafísica, entre otras fuentes heterodoxas para un vanguardista geométrico.

De Alfredo Hlito. Uno de sus tótems. Archivo


De Alfredo Hlito. Uno de sus tótems. Archivo

Buena parte del proceso de cambio de la obra de Hlito está hecho de variaciones sutiles, casi versiones de un mismo cuadro -se exponen 105 en total- y eso, a los que nos gusta la pintura, nos hipnotiza.

Pero hay más. Hlito dijo que sus efigies lo perseguían, que hasta las retorcía pero volvían.​​»Puedo verte, Efigie, a través de muros opacos y calles ruidosas. Tranquila y como acechante, me aguardas”, anotó en 1977 en su diario. Las consideró personajes de una historia inquietante no exenta de humor y las pintó como tótems, con aura sagrado, como sombras, como fantasmas.

Roland Barthes elogió a los fantasmas. Dijo que son como ​​una pequeña novela de bolsillo que se puede abrir en cualquier parte sin que nadie vea nada.

Hlito. El artista, en su mesa de trabajo. Archivo Clarín


Hlito. El artista, en su mesa de trabajo. Archivo Clarín

Los libros y diarios de Hlito, que también integran esta muestra, ayudan a mirar y pensar. El pope de la Asociación Arte Concreto-Invención escribió Dejen en paz a la Gioconda ​y otros textos sobre líneas, planos, colores, un arte nuevo para su época, la relación entre pintura y literatura, su rol de perseguidor perseguido y más. Por ejemplo, señaló: «No sé si la coherencia me importa. Ser uno mismo. Supongo que en eso consiste la coherencia tan deseada”.

Pues bien, buena parte de lo que fascina de cómo el artista transformó su trabajo y de cómo se exhibe esa metamorfosis en el MNBA es que abren al público un espacio de libertad inusual para reconocerlo y reconocerse, a través de dudas, de contradicciones y, claro, otros fantasmas.

Ficha: La muestra Alfredo Hlito. Una terca permanencia se puede visitar en Libertador 1473, de martes a viernes de 11 a 20 y los sábados y domingos desde las 10, con entrada gratuita, hasta el 15 de octubre.

JS