Andy Puddicombe (Londres, 1972) tenía 22 años. Estaba tomando cerveza afuera de un pub con amigos cuando un conductor borracho los atropelló y dos de los chicos que estaban con él murieron. Poco después falleció su media hermana en otro accidente. Y luego su ex, en una cirugía.
Devastado, dejó la facultad, donde cursaba Ciencias del Deporte, y se fue a practicar budismo al Tíbet. Pasó diez años allí y en la India, entre otros países, aprendiendo sus tradiciones. Meditaba, según dijo, 16 horas por día. Cuando uno sufre, suele encerrarse. Pero Puddicombe afirmó que la gran lección que le dio esa filosofía fue lo contrario: “Centrarme menos en mí mismo y brindar mayor felicidad a los demás».
En 2005, cuando volvió a Inglaterra, mientras estudiaba artes circenses, abrió un espacio de meditación. Arrancó en una especie de habitación. Se ve que no muchos se acordaban del viaje de los Beatles en 1968 a India. La mayoría de la gente no sabía bien qué era meditar o no creía que fuera a servirle, y tampoco tenía tiempo de ir a probar.
Pero la necesidad tiene cara de hereje y el publicista Richard Pierson, quien estaba al límite con sus ataques de ansiedad, se animó. Tan bien le fue que se asoció con Puddicombe. “Pensábamos cómo presentar la meditación de tal manera que nuestros amigos, ingenuamente, le dieran una oportunidad”, señaló Puddicombe.
Juntos empezaron a dar charlas, los contrataron en empresas y terminaron en California, donde funciona la central de Headspace, la aplicación para meditar que, desde 2012, dice que tentó a más de 65 millones de usuarios en 190 países.
¿Final feliz? No. En 2013 Puddicombe, ya casado y con dos hijos, sufrió otro golpazo: se enfermó de cáncer de testículos. “Para muchos vivir día a día con este sentido de transitoriedad puede resultar desalentador. Yo lo encuentro liberador”, declaró. Salió adelante.
Los críticos más puristas dicen que no hay meditación sin espiritualidad y que lo que ofrece Headspace, “una dosis diaria de felicidad” con la voz de Puddicombe, es “chatarra digital”. Argumentan que uno no se puede desconectar conectado al celular y que no se puede cuidar la salud mental online aunque Headspace tenga psicólogos entre sus asesores.
En tanto, junto a sus seguidores, Puddicombe, quien hace rato habla de mindfulness por la BBC y colabora en The Guardian y The Times, publicó tres libros, llegó a Netflix y vendió sus lecciones también a grandes compañías, insiste en que bien vale usar la tecnología para hacer espacio en la mente para uno mismo durante 10 minutos por día.
Como sea, de las enseñanzas del monje empresario, hay al menos dos indiscutibles. La primera: en general, cuando el panorama es oscuro, es mejor moverse, dar aunque sea un paso, para buscar algo de luz. Es decir, somos lo que hacemos con lo que nos pasa. La segunda es una cita de un comentario de un lector a una nota sobre Puddicombe: “¿Por qué les molesta tanto su éxito? Es monje, no estúpido”.