Un día común y corriente en la vida de la escritora y editora argentina María Fasce, que hace tiempo vive en España, puede incluir: el descubrimiento de la obra de Lucía Berlin (“era un manuscrito más en la pila de mi escritorio, ¿cómo fue que nadie me había contado de ella? Descubrir un autor es como enamorarse”), editar a John Banville (y, por supuesto, a su contracara Benjamín Black), intercambiar mails con alguien (no se sabe quién) que responde en nombre de Elena Ferrante (un alias detrás del que se esconden, parece, más de una persona) para poner a punto su último libro.

Para ella es un día más en la oficina, solo que trabajando con libros que modifican sensibilidades en bibliotecas alrededor del mundo. Nada mal. Es que María Fasce, que se encuentra al frente de Alfaguara, Lumen y Reservoir Books, está inmersa en el ojo del huracán editorial desde hace tiempo: “busco fervorosamente historias”, dice de su rol como editora.

Pero también escribe.

Primera tensión (¿o misterio?) que aparece: ¿escritora que solo edita como forma de ganarse la vida o editora que escribe para despuntar un vicio que se extiende como un tentáculo del universo laboral?

Cuenta desde Madrid en charla con Clarín Cultura: “Me gustan las novelas cortas o medianas, y también la pienso mucho como una película. Pienso mucho en función de imágenes. Y me interesan las novelas de amor en todas sus diferentes formas, son los libros que más releo”. Así es como nació su nueva obra: Las vidas de Elena (Edhasa).

"Las vidas de Elena", de María Fasce (Edhasa, $9.400).«Las vidas de Elena», de María Fasce (Edhasa, $9.400).

Con una protagonista, esa Elena (Díaz) del título, que acaba de sufrir la peor catástrofe personal que alguien puede sobrellevar y ahora se encuentra en un proceso muy cuesta arriba: el de la recomposición. ¿Hay arreglo cuando la falla es más grande que la vida?

En esta historia, el derrotero y devenir de Elena marca el pulso: hago lo que sea (exactamente como suena: lo que sea) por sobrevivir, parece decirnos con cada uno de sus actos, desde sexo anónimo hasta incursionar en el tango hasta viajar o ir a museos (la cultura como salvación) o explotar a las amistades/familia, lo dicho: lo que sea.

Una novela que maneja una prosa elíptica donde el dolor es un magma secreto pero evidente y donde se elige mostrar pero sin desbordar en ningún momento. Los bordes son claros: esto es la punta del iceberg en donde aquella persona que se acerque al libro puede incluir su propia experiencia: el dolor (y la reparación de ese dolor) es algo que todos conocen pero cada uno lo vive a su propio y única manera.

Las vidas de Elena es un libro sobre las búsquedas humanas que tienen como destino las felicidades futuras en tiempos donde todo eso parece lo más lejano, incluso, sí, lo imposible. Anticipa Fasce: “En un texto, Bioy Casares nos advierte de una fatalidad: tenemos un montón de vidas posibles pero solo podemos elegir una e incluso esa vida no está definida, el final no está escrito. Esa es una idea central de la novela.”

"Las vidas de Elena" es un libro sobre las búsquedas humanas.«Las vidas de Elena» es un libro sobre las búsquedas humanas.

–Por su naturaleza, una protagonista que está inmersa en un océano de dolor, Las vida de Elena podía haber sido una novela de 600 páginas y elegiste el camino de la sutileza.

–Una novela siempre surge por un personaje y se trata de seguirlo en su devenir. Tenía claro que iba a escribir sobre una mujer a la que le pasara algo muy terrible aunque al principio no sabía qué iba a ser eso terrible.

Me interesaba ver la evolución de esa mujer y que a partir de ese dolor trata de volver a insertarse y conectar con la vida. Para los que no creemos en la religión, como es el caso de la protagonista, la forma de reconexión con la existencia son los sentidos: el viaje, la ilustración, el sexo (que busca de una manera bastante desenfrenada), el baile. Se trata de imaginar una felicidad futura. Porque ella sabe, aun con el dolor más grande que alguien puede sentir, que no se va a matar.

–Para contar esta historia elegiste un tono elíptico, casi a cuentagotas. Como si el dolor fuera algo que lo tiene que imaginar e incluir el lector.

–Es una manera de escribir mía en general. Los escritores que a mí me gustan escriben así. La escuela norteamericana: el iceberg de Hemingway, mostrar un tercio y que el resto el lector lo reconstruya. Eso le da potencia a la novela.

En una historia donde el dolor está tan presente no quería que fuese una novela triste, que la vida apareciera en toda su complejidad, incluso que apareciera el humor. Me gustan los escritores que corren riesgos, como Haruki Murakami y Patricia Highsmith, por ejemplo, que son de mis preferidos.

Creo que toda buena novela tiene la estructura de thriller, eso es lo más estimulante. Y pulir el lenguaje al límite hasta que pase desapercibido para llegar a disfrutar de la historia y sus giros, eso que Alfred Hitchcock llama el MacGuffin.

–En este proceso de recomposición de la protagonista está la cultura (lo intelectual) pero también el sexo y el tango (lo terrenal). ¿Cómo lo trabajaste?

–Lo trabajo mucho, no sólo las escenas en sí sino también toda la sensualidad y lo que rodea el momento en sí, que a veces solo puede ser simplemente el tocarse. Es difícil de contar.

Me gustaba en Elena que ella tiene una concepción de los hombres como objetos sexuales y así los cataloga, busca y enfrenta. Y eso explica muchas cosas de su vida, como por ejemplo su relación con el amor. Me interesa entretener y conmover, son mis dos grandes objetivos. Trabajo en esa línea.

–Es interesante que la novela no llega nunca al terreno de la autoayuda. ¿Lo veían como un límite claro ese territorio?

–Incluso me gustaba ironizar con eso. La protagonista, por ejemplo, tiene una amiga psicoanalista pero que no se puede ayudar a sí misma. En un momento Elena le dice a esta amiga: “Nada de lo que me decís me sirve, quiero que me ayudes, vos sos la experta en esto de curar el dolor”.

Y ahí usé una anécdota real de Freud. Él le dice a una paciente (y lo uso en la novela): “No la puedo curar pero la puedo ayudar a que sea triste como todo el mundo”. Ahí se podría cifrar la novela. Nunca tuve miedo que se leyera en clave autoayuda porque no lo es en absoluto.

María Fasce: "Una novela siempre surge por un personaje y se trata de seguirlo en su devenir".María Fasce: «Una novela siempre surge por un personaje y se trata de seguirlo en su devenir».

–En un momento de la novela un personaje dice: “Los editores no leen en las editoriales, por eso se venden tan pocos libros”.

–No es verdad, por supuesto, es una ironía. Pero para alguien como ella, ilustradora freelance, que viene de afuera y entra a una editorial y no ve a nadie leyendo. Es una tarea que se hace en cualquier otro lado menos ahí. Pero me causó gracia la frase y la puse.

–¿Pensás que ya no se separa la literatura en cuánto al género de quien escribe o eso algo que todavía se sostiene?

–Hay dos cuestiones. Una cosa es cómo se promueven los libros. Y otra es el valor de los libros. Me decía un editor de Frankfurt: “A mí me gusta publicar mujeres no porque esté de moda, sino porque están encontrando los temas y las formas nuevas que no estoy encontrando en libros escritos por hombres”.

Todos los movimientos que haya para seguir poniendo el foco en la literatura que escriben las mujeres son válidos. No comprendo mucho cuando una escritora dice “no me lean como mujer”. Lo lectores leen en la clave que quieren. Lo importante es que los libros sean leídos.

Un montón de gente dice: “Solo estoy leyendo mujeres”. Es un momento de esplendor total y es muy rico. De todas maneras, cuando alguien escribe no hace concesión y lo hace fuera de toda etiqueta. Todas escribimos la mejor novela posible. Nos ganamos este lugar a fuerza de pulseada y libros extraordinarios.

–A veces da la sensación de que estamos en un momento donde la corrección política pareciera haberse metido en la escritura de ficción por el tipo de lector de esta época. ¿Lo ves así? ¿Lo políticamente correcto define la publicación de un libro?

–No hacemos censura de ningún tipo porque es ficción. Si en una ficción o en un libro de no ficción se ofende a una persona concreta, con nombre y apellido, eso puede traer un pleito judicial. Pero a la hora de hacer pura ficción hay libertad absoluta.

También hay un arma a la que no llamaría censura y tiene que ver con la potencia del estilo. Si vas a poner determinada una cosa que es muy escabrosa o muy políticamente incorrecta vale la pena preguntarse si tiene real sentido dentro del marco de esa ficción. Si se justifica: vale. Es muy fácil en algún caso irse para el otro lado.

Lo decía Pedro Almodóvar cuando publicamos su libro acá. Tenía un cuento que se llamaba “La tonta” donde contaba que en la fiesta del pueblo era una tradición violarse a “las tontas”, las discapacitadas. Y ese cuento no lo publicó porque él tiene otra sensibilidad ahora. Eso fue muy inteligente para que no se pierda el brillo y la belleza de todo un libro.

Estamos escribiendo en este tiempo y va a ser leído de esta manera. En literatura todo está permitido pero poniendo la lupa de que eso es un todo, hay que equilibrar los elementos y la provocación es un elemento que hay que saber muy cómo usar para no arruinar una obra.

Fasce Básico

  • Nació en Buenos Aires. Es escritora y actualmente se desempeña como directora literaria de Alfaguara, en Madrid.
  • Ha traducido a Marcel Proust y a Patrick Modiano, ha trabajado como periodista y crítica literaria y cinematográfica.
  • Publicó El oficio de mentir. Conversaciones con Abelardo Castillo (1996), los libros de relatos La felicidad de las mujeres (Primer Premio del Fondo Nacional de las Artes 1999), A nadie le gusta la soledad (2007) y Un hombre bueno (Premio Iberoamericano Cortes de Cádiz 2015).
  • Y las novelas La verdad según Virginia (Gallimard, 2003; Emecé, 2004), La naturaleza del amor (2008) -escrita gracias a la beca de la Maison des Écrivains Étrangers et des Traducteurs de Saint-Nazaire- y La mujer de Isla Negra (Edhasa, 2015) -en el programa de Writers in Residence de Amsterdam.
  • Participó en diversas antologías, entre las que figuran La vida te despeina, No somos perfectas, Madres por madres y, en el extranjero, Zerfurchtes Land. Neue Erzählungen aus Argentinien y Les bonnes nouvelles de l’Amérique Latine (con prólogo de Mario Vargas Llosa).
  • Su obra de teatro El mar (2006) se representó en Buenos Aires y en Barcelona bajo la dirección de Gabriela Izcovich. Su obra ha sido traducida a diez idiomas.