Tic, tac, tic, tac… Los días de clemencia corren demasiado rápido para el secretario de Cultura Leo Cifelli. De hecho, este jueves en su exposición en el Congreso –prevista para las 11 hs, adelantada sin aviso en un cameo express de 6 minutos, seguramente al tanto de una reunión de cientos de actores militantes de UxP en el edificio y vía zoom–, Cifelli se gastó otra vida a fuerza de imprecisiones y una especie de postureo retórico basado en slogans de campaña.

El secretario no se refirió a asuntos que movilizan a muchos en contra, como las medidas que afectan al libro de una punta a otra, y se limitó a dar un dudoso golpe de efecto con el anuncio de que el Fondo Nacional de las Artes y el Instituto Nacional del Teatro no desaparecerán sino que pasarán a la órbita de su secretaría. Lo planteó como una concesión al destino de cierre que les reserva el Proyecto de Ley Ómnibus, pero en rigor solo se trata de otro timing.

Quizá la segunda noticia fue el insólito desinterés de los diputados presentes, encargados de indagar, rechazar o apoyar su propuesta; esto permitió que el capítulo de intercambio pasara más o menos indoloro para el secretario. Una de las preguntas urgentes: ¿quién es a esta altura el responsable jurídico del FNA en estas dos semanas, cuando hay un patrimonio importante en riesgo repartido entre sus dos sedes? Los doce directores de áreas del FNA presentaron sus renuncias con la asunción del presidente Milei y en esas semanas de zozobra no quieren quedar a cargo de una institución acéfala. Cifelli sabe que las renuncias están presentadas desde que asumió y no ha tomado decisiones.

Pero mientras se desarrollaba la segunda parte de su exposición. en el bloque de UxP progresaba una nutrida reunión de referentes orgánicos y simpatizantes opositores –cerca de 100 presenciales y otro tanto por zoom– le daba vueltas al plan de acción contra las medidas libertarias. Pablo Echarri y Víctor Laplace, entre notables y otros trabajadores de las áreas audiovisuales. Quizá la reacción desorbitada del cineasta Adolfo Aristarain tenga que ver con esa reunión.

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Leonardo Cifelli comenzó su defensa con un discurso en línea con los dichos de Javier Milei

Volviendo a la propuesta de Cifelli para reducir esas instituciones recortando su autonomía –que con calculada ambigüedad, sugiere una parcial marcha atrás–, en verdad solo compra tiempo y perfila un cierre de las instituciones en dos tiempos. Desactivados sus equipos y su capacidad de autofinanciarse, como ha ocurrido por décadas –en el caso del FNA, sin foja de corrupción y con un impacto federal virtuoso–, ya no será necesario desmantelarlas, bastará con soplarlas. Por otra parte, si se proponen medidas tan terminales para estas entidades (el personal del FNA no supera el centenar de empleados), ¿qué solución propondrá el gobierno para la Biblioteca Nacional, que según dos fuentes, tiene más de 1000 empleados?

Quienes desde el gobierno apoyan los cierres o torniquetes como los propuestos por el secretario Cifelli, argumentan que han sido instituciones dedicadas a cooptar a las fuerzas activas del campo cultural. Si bien esto puede aplicarse a ciertos aspectos del INT y parcialmente al Incaa –desde luego, algo que siempre repugna–, de ningún modo es transversal a todas las instituciones afectadas. Pero en cualquier caso, es un desvío que se puede remediar a breve plazo: se trata de un problema de la gestión, no de la institución ni de sus estatutos.

La adhesión y fidelización política es un problema más complejo que un sistema de prebendas pero me pregunto si el secretario Cifelli ha reflexionado sobre el tema. El propio Cifelli, en una conversación inicial con este diario, se mostraba confiado en poder aquietar la grieta en la escena teatral por ser él un conocido productor de espectáculos. Esa complejidad se aprecia en los extremos, como en el repulsivo posteo de Adolfo Aristarain llamando a “voltear” al gobierno de Javier Milei –el fanatismo político nos muestra cómo se malogra un cineasta que fue fundamental en la lucha por la democracia al rodar grieta abajo hasta el golpismo.

Que el secretario ni siquiera fuera consultado por el equipo económico sobre los cierres, anunciados luego de la chapucera designación de directores como Javier Torre, desnuda la falta de seriedad y profesionalismo con que el gobierno de Milei se toma la cultura. Le recordamos que es una área productiva que representa el 6% del PBI. Una semana después de los nombramientos, ellos se enteraron por los diarios de que la misión encomendada sería liquidar esos organismos; el primer blanco del destrato, sin embargo, fue el propio Cifelli.

Por su parte,el secretario Cifelli parece tener una idea tan superficial sobre la cultura –y tan simplista sobre lo que su cargo pone en juego– que apenas invita al debate. Basta ver su Instagram, donde viene posteando las diarias visitas a sus dominios –allí encuentra gente trabajando y obra en curso, mientas él luce como de paseo–. Fotos sociales que corona con un “¡Viva la cultura nacional!”, frase de por sí problemática, llena de rémoras extorsivas, inflada de sentimentalismo pero vacía. Cree quizás que hay poco por hacer, que basta con mostrar hiperactividad en las redes, lo que desnuda la confusión del gobierno entre capital intelectual e industrias culturales, showbusiness, promoción y espectáculo. Estamos de lleno en el populismo mediático: ¡Hasta la victoria, Fátima!