La mega instalación que Luciana Lamothe está creando en escala y a punto de concluir en una inmensa nave industrial del Gran Buenos Aires es deslumbrante. Verla en escala, creada como si fuera la que en abril se presentará en el Pabellón argentino en la 60 edición de la Bienal de Venecia, es un privilegio. Quizá por eso la experiencia se percibe como algo inaugural e impresionante: es la mayor obra creada por la artista plástica en toda su trayectoria.
Ojalá se derrumben las puertas, como se titula, impactará por su doble carácter: por una parte, acoge e involucra al visitante, y por el otro, lo pone en tensión, como si le advirtiera que algunos de los materiales pueden causar una lastimadura o un daño. Dialogará con la consigna que este año ha planteado el curador general de la Bienal,Adriano Pedrosa, director a su vez del MASP (Museo de Arte Moderno de Sao Paulo) de Brasil: “Extranjeros en todas partes”.
“Así es el mundo en que vivimos”, dice la curadora Sofía Dourron, cuando Clarín Cultura recorre los módulos de la obra artística en una visita exclusiva y le comenta precisamente el doble carácter acogedor y renuente que se percibe en la instalación artística.
Nuevamente Lamothe ha recurrido a materiales que ya ha logrado transformar: tubos de acero, andamios, madera, estructuras intrincadas que han llevado meses de trabajo. La madera ha dejado de serlo para convertirse en una ola que se puede transitar por adentro y por debajo, pero cada tanto una bella escultura con puntas filosas genera extrañeza y parece avisar: “No me toques”.
El inmenso espacio, donde también se observan esculturas de otros artistas, le fue cedido a la artista, la curadora y su equipo de producción por un reconocido empresario y coleccionista. Con la colaboración inestimable de la Dirección de Asuntos Culturales (DiCul), a cargo de Alejandra Pecoraro, fuimos a conocer la obra de mayor dimensión de Lamothe, producida con una dedicación minuciosa.
Es una reproducción exacta de la que montará en los Arsenales de Venecia, con un cambio: la madera de guatambú, con la que está familiarizada será sustituida por la de “faggio”, que se consigue en Italia y se adapta a los fines que la artista precisa. Tan detallista ha sido el trabajo de Luciana, Sofía Dourron y el equipo que ha trabajado en condiciones extremas durante el verano, que hasta llegaron a reproducir con ladrillos las columnas de hierro que el Pabellón argentino tiene en comodato en Venecia y que no puede modificarse un ápice. Poner un clavo en una pared puede resultar un sacrilegio.
Sin fotógrafo y sin cámara, y seguidos por una nube de mosquitos una mañana de verano en Buenos Aires donde no había repelente que alcanzara, lo primero que observamos al llegar a la nave industrial donde Luciana Lamothe trabaja desde noviembre último, es que el espacio es por lo menos 10 veces más grande que el Pabellón argentino en Venecia.
La obra no puede exhibirse ni visitarse porque es una condición que pone la Biennale: tiene que ser inédita, no haber sido fotografiada ni presentada en ninguna parte. Por cierto que ha habido excepciones, pero es materia de otra crónica.
El catálogo que se presentará el mes próximo solo contendrá textos –el de la curadora y otros- y bosquejos de la instalación específica, incluido el render que hace unos días Luciana Lamothe exhibió en un video sobre su trayectoria en la Casa Nacional del Bicentenario.
Un largo y silencioso camino
A las 11 en punto, el espacio industrial comienza a poblarse lentamente. Están Luciana Lamothe, la curadora Sofía Dourron, y el equipo que conforman Silvia Badariotti en la producción; Ana Inciarte en la asistencia general; Nicolás Panasiuk como jefe de realización; Santiago Belcic, Pablo Brochero, Ezequiel Castro, Nicolás Dobrenky, Tobías Mao y Tequiana Tarrio, en la realización; Verónica Alcoba en la iluminación; Laura Escobar en el diseño gráfico, y Guillermo Mirochnic en los planos y el asesoramiento estructural.
Hay entusiasmo y tranquilidad en este grupo virtuoso que comenzará por partes a desembarcar en Venecia desde el 12 de marzo. La última en viajar será la curadora. Pero todos estarán como mínimo un mes trabajando en la logística del traslado de materiales (en Venecia todo es por agua), el montaje en el Pabellón argentino y la puesta a punto para que (por ahora es la fecha tentativa) el 18 de abril, la Argentina inaugure oficialmente su envío en la mayor vidriera del arte contemporáneo mundial. Y este año, como nunca antes, el arte latinoamericano y en particular el arte argentino tendrán una gran oportunidad.
“Dentro del derrotero de la obra de Luciana, que tiene diferentes instancias, están apareciendo otros materiales, otras escalas, recursos escultóricos nuevos. Su obra es un continuo porque los temas aparecieron muy temprano, pero se van manifestando de otra manera. Esta obra que es la de mayor escala reúne muchos de esos elementos y aparece este binomio con el que Luciana ha trabajo: construcción-destrucción. Pero ahora es la noción de transformación”, dice la curadora Dourron.
Parte de la instalación tiene madera de guatambú y de pino. En los extremos de la obra hay esculturas con distintas ramas. En una están quemadas, en otras aparecen transformadas en extensas curvas. Al fondo de la estructura con forma de gota habrá dos pantallas de video con acciones de Lamothe en el espacio público, que fueron realizados hace poco tiempo y especialmente para la Bienal.
Cuatro módulos y cuatro esculturas se aprecian en una estructura monumental que por primera vez el público argentino podrá visitar (la mayoría de los envíos se desmantelan en Venecia), pues permanecerá en la nave industrial todo el año.
Consultadas sobre la iluminación de la obra que, en un par de anteriores envíos argentinos a la Bienal fue materia de debate, pues el Pabellón se hallaba en penumbras y no podía apreciarse la totalidad de la instalación, Lamothe y Dourron expresan que esta obra tendrá luz natural. “La iluminación tiene que ver con las propuestas; esta obra no necesita oscurecer el Pabellón. Nos decidimos por la luz natural, además de que tendrá iluminación artificial. En otros proyectos se oscurecieron las ventanas. La obra va a estar siempre iluminada”, subrayan.
Sobre ese cruce de la instalación que, por un lado, invita a recorrerla y a sentirse parte, y su vez expulsa al visitante, Lamothe dice que la idea “es generar espacios que contengan, de allí los arcos, las curvas, pero al mismo tiempo están los extremos que quedan a la altura del cuerpo y generan tensión, como una contención-agresividad”.
Y agrega Dourron que la propuesta no fue “generar un espacio amable y utópico, sino que representara la convivencia de estas dos partes”.
Tiempo de descuento para la pre-apertura de la 60 Bienal de Arte de Venecia. Hay mucha expectativa en la escena artística mundial porque Adriano Pedrosa ha generado una consigna muy innovadora y le ha dado al arte latinoamericano un gran protagonismo. De nuestro país estarán representados 16 artistas contemporáneos. Y también hay expectativa en Luciana Lamothe, en Sofía Dourron y en un equipo que sigue trabajando sin pausa para representar al país en esta vidriera mundial.
El sector privado ha participado activamente en el financiamiento que el envío precisaba. Cancillería aportará lo suyo que, en el país del “no hay plata”, será menor que en otras bienales. Por eso el crowdfunding sigue abierto.