El teatro nos convoca a experiencias que pueden resultar determinantes en nuestras vidas. Dos de mis últimos trabajos, en este caso Rota y El malentendido, tienen algunos vectores en común, el trabajo conjunto entre Raquel Ameri como actriz, Natalia Villamil como autora (la primera es de su propia autoría y la segunda una adaptación libre del texto original de Albert Camus) y quien escribe en la dirección. Obras que fueron gestadas en el Teatro El Extranjero, haciendo sinergia con espacios públicos, una recibiendo el apoyo del Complejo Teatral de Buenos Aires y la otra en coproducción con el Centro Cultural San Martín. Ambas propuestas, aunque abordan temáticas diferentes, se asocian a relaciones traumáticas cruzadas por los vínculos familiares. 

Rota, estrenada allá por febrero del 2022, viene teniendo un recorrido por distintos teatros de la Argentina y el exterior. Un unipersonal que aborda la violencia género, pero desde un enfoque pocas veces puesto en relieve, el lugar que ocupa la madre de un femicida, que es la voz que se lleva a la escena. Desde mi condición de varón, fue todo un desafío abordar este texto de una problemática que afecta tan profundamente a las mujeres. Fue en mis propias compañeras en quienes pude apoyarme y encontrar la confianza suficiente para llevarlo adelante. El rol de esta madre, quien le habla a la sociedad en la cual se inscribe, cuenta con la contradicción de sentirse en parte víctima y victimaria. 

En el caso de El malentendido, la misma fue estrenada en noviembre del año pasado. El texto de Camus nos plantea un dilema alrededor de la identidad, poniendo en juicio si esa identidad buscada, en el terreno de nuestra existencia, es algo posible de alcanzar. En este caso el elenco está conformado, además de por la ya nombrada Raquel Ameri, por Marta Haller, Leonardo Saggese, Pablo Rinaldi y Nacha Malen. 

Nada en estos trabajos pretende ni puede dar respuesta a lo inexplicable. Son obras que nos confrontan y ponen en tensión frente a nuestras propias posiciones, sin abrir juicios de valor, si no por el contrario, abriendo el juego a que cada espectador pueda ver que hay de sí mismo en torno a estas dinámicas. Vivimos tiempos dónde cada vez se radicalizan más los discursos y el bien y el mal parecen ser fácilmente identificables según la perspectiva de quien decida contar con la verdad a su manera de entender las cosas. En mi opinión, siempre hay algo nuestro en cada uno de los acontecimientos que nos rodean, en aquello que avalamos y en lo que censuramos. Desde esa perspectiva es cómo intento abordar el teatro que hago, dónde no se busca conformar al público poniendo en relieve posiciones antagónicas, si no en la posibilidad de ponernos a reflexionar respecto de las implicancias que pueden tener nuestros actos cotidianos en torno a las consecuencias de eso que entendemos debemos combatir en el afuera. Estoy convencido que los cambios profundos pueden producirse sobre la base de la observancia de nuestras propias acciones, comprender los motivos que llevan a que determinados acontecimientos se presenten de uno u otro modo, sin abrir juicio sobre lo ajeno si no haciéndonos cargo que en todo lo que consideramos “lo otro” hay una parte que responde a nuestras propias acciones. Por eso, es que no propongo un teatro que pretenda darle una explicación o sentido a las cosas, me interesa un teatro que nos ponga en problemas y deje dilemas abiertos para hacernos preguntas sobre nosotros mismos. 

Desde el rol que me toca ocupar hoy, ya por fuera de los escenarios, pero en favor de ellos, es que me propongo escuchar para así facilitarme la propia escucha que hay en mi sobre mi mismo. 

Lo que se refleja en estas obras, más allá de su espectacularidad, condición inerte a los procedimientos y dispositivos escénicos tendientes a favorecer el disfrute en ese tiempo presente compartido que propone el teatro, no es ajeno a un intento constante por facilitar mecanismos que nos permitan salir de las lógicas por la imposición de las ideas, abriendo camino a la posibilidad de que en el diálogo, la escucha y, sobre todo, en un sentido autocrítico, podamos encontrar la forma de vivir en un marco de mayor armonía.

*Director de las obras Rota y El malentendido y director del Instituto Nacional del Teatro.