Leer a la ensayista y escritora Susan Sontag (1933-2004) es llegar a una conclusión que se presenta, gracias a su estilo envolvente montado en una prosa –su habla privada– que seduce y quiebra, como ineludible: el pensamiento es un revólver caliente. Anotó en sus Diarios tempranos, 1947-1964: “La única diferencia entre los seres humanos es la inteligencia”. Y en otra parte de estos mismos Diarios se preguntó lo siguiente en 1960: “¿Cuántas veces nos podemos quejar de lo mismo?”.

Vale la pena retomar estas dos ideas porque acaba de aparecer en la mesa de novedades de las librerías un texto de Sontag, De las mujeres (Debate), donde se reúnes una serie de artículos, ensayos y entrevistas que van de 1972 a 1975 en el que el tema principal está, por supuesto, enunciado en el título.

Ahora bien: se trata de una antología que no funcionan como la bitácora histórica de una serie de reflexiones sensuales, vintage y coloridas. Estas páginas no son piezas para una vitrina inofensiva de un museo olvidado del siglo XX. En absoluto.

Son intervenciones, porque eso era a los que se dedicaba Sontag en realidad: intervenir y reaccionar –a favor o, casi siempre, en contra– frente a su época, que tienen un presente demoledor.

¿Cómo es eso posible? Bueno, tiene que ver con la pregunta que se hacía Sontag en 1960 y que vale la pena repetir acá mismo: “¿Cuántas veces nos podemos quejar de lo mismo?”. Para que se entienda va un ejemplo de la página 30: “Ser mujer es ser una actriz. Ser femenina es una especie de teatro, con su correspondiente vestuario, decorado, iluminación y gestos estilizados. Desde la primera infancia se adiestra a las niñas a preocuparse de modo exagerado y patológico por su apariencia, mutilándolas profundamente (hasta el grado en que nunca son aptas para una madurez de primera clase) al someterlas a la intensa presión de presentarse a sí mismas como objetos físicamente atractivos”.

Susan Sontag.Susan Sontag.

Un reel de Instagram

Es de 1972 pero, tranquilamente, podría ser un reel de Instagram y presentaría la misma actualidad. Así funciona la mente de las ensayistas valiosas (y en ese aspecto Sontag es el canon): los problemas de los que se ocupan siguen estando, a pesar del paso de los almanaques, en el centro del conflicto humano.

Los años 60 fueron el momento de la explosión de Sontag, pero también de la generación de la que formaba parte en la alcurnia artística de esos años (entre los que estaba: Warhol, Joseph Cornell y Jasper Johns, sus amigos-reyes de New York).

Había publicado dos novelas, El benefactor (1963) y Estuche de muerte (1967) que tuvieron una recepción irregular, y una compilación de sus ensayos, Contra la interpretación (1966) con el memorable “Notas sobre Camp”, que la pusieron en un lugar de privilegio dentro del panorama crítico y literario de esa época.

La novelista neoyorquina , filósofa y activista, Susan Sontag, es fotografiada antes de la lectura de Nadine Gordimer en el Gran Salón de la Universidad de Wiwatersrand en Johannesburgo, Sudáfrica. EFE/Jon Hrusa La novelista neoyorquina , filósofa y activista, Susan Sontag, es fotografiada antes de la lectura de Nadine Gordimer en el Gran Salón de la Universidad de Wiwatersrand en Johannesburgo, Sudáfrica. EFE/Jon Hrusa

Dijo Sontag sobre ese momento: “Veía una profunda concordancia entre la revolución sexual, redefinida, y revolución politica, redefinida. Que ser socialista y tomar ciertas drogas (con un espíritu serio y riguroso, como técnica para explorar la consciencia, no como un estupefaciente o una muleta) no son incompatibles, que no existe incompatibilidad alguna entre la exploración del espacio íntimo y la rectificación del espacio social”.

Lo 60 también fueron los años en los que Sontag decidió divorciarse (ya era madre) y aceptar su homosexualidad, aunque no del todo porque nunca la hizo pública. La escritora Harriet Sohmers Zwerling fue su primer gran amor de y Sontag escribió que esta relación desterró “la incipiente culpa que siempre he sentido respecto a mi lesbianismo, haciendo que me viera fea; ahora sé la verdad, sé lo bueno y legítimo que es amar”.

Algo está mal

Es con todo esto encima (cuerpo, mente y espíritus revolucionado como lo pedian esos años) que Sontag ingresa a los 70 en su recorrido vital para pensar el lugar de la mujer en la cultura norteamericana. Anotó en su Diario: “La indignación es un buen indicio de que algo está mal”.

Editados por David Rieff, su hijo y heredero de toda su obra, De las mujeres es una nueva antología que muestra a una Sontag que reflexiona situada en un momento histórico preciso (1972-1975) pero que entiende que los problemas de las mujeres que aborda están muy lejos todavía de resolverse.

Susan Sontag, escritora e intelectual, es fotografiada en su apartamento de Nueva York en esta foto de archivo de agosto de 1992. (AP PHOTO_Wyatt Counts) Susan Sontag, escritora e intelectual, es fotografiada en su apartamento de Nueva York en esta foto de archivo de agosto de 1992. (AP PHOTO_Wyatt Counts)

En el segundo texto, “El Tercer Mundo de las mujeres”, se pregunta “¿En qué estadio se encuentra actualmente la lucha por la liberación de las mujeres?”. Y se responde: “Por anacrónica que sea la opresión, las mujeres no se emanciparán sin una lucha denodada, una lucha que en verdad merece el adjetivo de ‘revolucionaria’”.

Y plantea en la entrevista del final del libro: “Lo que sostengo es que la historia de la consciencia feminista actual es larga y compleja, de la cual forma parte la difusión de los gustos homosexuales masculinos, entre ellos los tontos desaires ocasionales y sus delirantes homenajes a “lo femenino”.

Las feministas lo han advertido con menos presteza que sus oponentes.” ¿No suena todo esto terriblemente contemporáneo a nuestros días? Sí, claro que sí. En el texto “La belleza”, que se publica por primera vez en español, escribe Sontag: “Las feministas afirmaron que “las mujeres son bellas” con el mismo espíritu desafiante con que los afroamericanos proclamaban que “lo negro es bello”. Las mujeres recuperaban una libertad reprimida respecto de la belleza”.

Mientras este libro, De las mujeres, se escribía involuntariamente, Sontag ya tomaba apuntes para lo que sería su segunda obra importante: Sobre la fotografía (se publicaría en 1977). Y al poco tiempo, en la segunda parte de los 70, se entera que padece cáncer de mama y comienza una larga travesía en su vida y, por lo tanto, su obra.

Porque para Sontag trabajar, es decir: escribir, era una forma de estar en el mundo. Y desde ahí se puede ver a este libro De las mujeres: como el testimonio de alguien que hizo del pensar (y de ponerlo por escrito), una forma de habitar este suelo.

De las mujeres, de Susan Sontag (Debate).