La Casa de Durero de la ciudad de Núremberg este año albergó El arte del tatuaje: Durero se mete en tu piel, una exposición temporaria que debía finalizar el 1 de septiembre pero que, frente al éxito, se postergó hasta el 13 de octubre. La muestra reunió a 150 tatuadores y tatuados quienes desde Brasil, Australia, Estados Unidos, Canadá, Israel, España o el taller de la esquina, respondieron a la convocatoria de enviar fotografías, comentarios e historias personales a propósito de uno de los artistas más copiados del pasado y del presente. El propósito: reflexionar sobre la recepción de la obra de Alberto Durero (1471-1528), un itinerario que incluye la historia del grabado, de la reproducción y de la valorización contemporánea del tatuaje.

No hay una respuesta exacta a cómo Durero llegó a los estudios de Sydney o de Florianópolis pero tampoco se trata de algo sorprendente: desde el siglo XX, millones de «Manos en oración» o de la «Liebre joven» adornan los cuartos y las carpetas escolares.

Vista de la exposición "Durero bajo tu piel: El arte del tatuaje". Foto: Oliver Frank / Museos de la ciudad de Nuremberg, Casa de Alberto Durero.Vista de la exposición «Durero bajo tu piel: El arte del tatuaje». Foto: Oliver Frank / Museos de la ciudad de Nuremberg, Casa de Alberto Durero.

La novedad no reside en la globalización de Durero sino en el pasaje del papel a la piel y como ornamento de los cuerpos de Justin Bieber, de Selena Gómez y de cientos de desconocidos que, con nombre o de modo anónimo, corroboran que decidieron engalanarse con apocalipsis, lechuzas, ciervos, rinocerontes, anagramas, santos o, incluso, con el autorretrato frontal del año 1500. Una irlandesa lleva a Durero en la espalda y explica: «Lo decidí cuando estudiaba historia del arte como manera de honrar al Maestro que ahora ‘vive’ a través mío«.

El berlinés Christoph Aribert se dedica al tatuaje desde 1995, especializándose en los motivos medievales. En 2018, compró una serie de reproducciones de Durero y pergeñó la idea de tatuar algunos pero tuvo tan buena acogida que ahora se dedica casi exclusivamente a ello.

Tatuaje de Maud Dardeau, París 2012. Motivo según Alberto Durero: Los jinetes del Apocalipsis , hacia 1497/1498. © Tattoo & Photo: Maud Dardeau / Museos de la ciudad de Nuremberg, Casa de Alberto Durero.Tatuaje de Maud Dardeau, París 2012. Motivo según Alberto Durero: Los jinetes del Apocalipsis , hacia 1497/1498. © Tattoo & Photo: Maud Dardeau / Museos de la ciudad de Nuremberg, Casa de Alberto Durero.

Gran variedad de pieles

En el marco de la exposición, el museo le ofreció sus instalaciones para usarlas como estudio durante dos fines de semana y así, mientras grababa motivos de Durero en algunos visitantes, otros observaban cómo las xilografías del siglo XVI se trasvasaban sobre una gran variedad de pieles.

Una analogía que se salta las diferencias técnicas y materiales que existen entre el arte de tatuar y el de grabar, tal como se aprecia en otra sala de la casa que cobija la muestra, es decir, la residencia que, desde 1509, Durero ocupó con su esposa, su madre y los aprendices, oficiales y sirvientes con quienes produjo los grabados a buril que cimentaron su fama y fortuna.

Sylvia B. con tatuaje de Frank Cullmann, Núremberg 2013. Motivos inspirados en Alberto Durero: bustos de dos niños ángeles llorando y calaveras. © Tattoo & Photo: Frank Cullmann / Museos de la ciudad de Nuremberg, Casa de Alberto Durero.Sylvia B. con tatuaje de Frank Cullmann, Núremberg 2013. Motivos inspirados en Alberto Durero: bustos de dos niños ángeles llorando y calaveras. © Tattoo & Photo: Frank Cullmann / Museos de la ciudad de Nuremberg, Casa de Alberto Durero.

Con visión comercial, Durero se ocupaba de los más complejos, caracterizados por sus texturas y gamas de sombreado; al mismo tiempo, diseñaba los tacos en madera de peral usados para las xilografías, cuya manufactura delegaba a sus asistentes para vender innumerables ejemplares a precios más módicos.

Gracias a su dureza, los tacos generaron decenas y decenas de copias a lo largo de los siglos que, sumadas a las imitaciones hechas aún en vida de Durero, ayudaron a elevar los precios de los grabados verdaderos y hacer negocios con los “falsos”.

La casa, por su parte, también es una derivación en el tiempo: sobrevivió a la destrucción del casco antiguo de Núremberg ocurrida al final de la Segunda Guerra, reabriendo al público en 1949, antes que las iglesias, el ayuntamiento y la biblioteca. Como Durero y su esposa habían muerto sin herederos, la casa fue vendida y cambió de manos y usos al menos 24 veces.

En 1826, con vistas a celebrar el tricentenario del artista, fue adquirida para instalar una sala conmemorativa. En 1871, en el 400 aniversario del nacimiento, se transfirió a una Asociación, que desde entonces la administra como monumento y museo: el Kunstverein Nürnberg – Albrecht Dürer Gesellschat, encargado de ambientarla según los gustos de la segunda mitad del siglo XIX.

René Peiffer con tatuaje de Laura Adams, Kaarst 2023. Motivo según Alberto Durero:  autorretrato cuando tenía trece años , 1484. © Tattoo & Photo: Laura Adams / Museos de la ciudad de Nuremberg, Casa de Alberto Durero.René Peiffer con tatuaje de Laura Adams, Kaarst 2023. Motivo según Alberto Durero:  autorretrato cuando tenía trece años , 1484. © Tattoo & Photo: Laura Adams / Museos de la ciudad de Nuremberg, Casa de Alberto Durero.

En la década de 1930, los miembros de origen judío, es decir una quinta parte de la asociación, fueron expulsados. Sin embargo, el número de socios aumentó al igual que el apoyo de las empresas de la ciudad. No era para menos: Durero había pasado a encarnar a “un genio enraizado en la raza y la nacionalidad”.

Hitler admiraba sus grabados y veía en «El caballero, la muerte y el diablo» (1513) una representación del programa de su partido. En 1953, a la muerte de Stalin, este grabado fue utilizado en la RDA como homenaje al fallecido. La exposición en curso finaliza con un documental de 2013 que registra al tatuador estadounidense Brücius von Xylander grabándolo en la espalda de un cliente en San Francisco.

La perpetuación de las cosas

De esta manera, la exposición no deja de señalar que el tatuaje, antiguo como la humanidad prehistórica, en nuestros días no puede entenderse sin los medios técnicos de la modernidad: el grabado y la imprenta, la copia, la reproducción mecánica, el consumo masivo y la perpetuación de las cosas más allá o más acá de la voluntad de los vivos y los muertos.

Milena Heymann con tatuaje de Ilja Hummel, Essen 2020. Motivo según Alberto Durero: San Jorge a pie , hacia 1502/1503. © Tattoo & Photo: Ilja Hummel / Museos de la ciudad de Nuremberg, Casa de Alberto Durero.Milena Heymann con tatuaje de Ilja Hummel, Essen 2020. Motivo según Alberto Durero: San Jorge a pie , hacia 1502/1503. © Tattoo & Photo: Ilja Hummel / Museos de la ciudad de Nuremberg, Casa de Alberto Durero.

«Hasta ahora, la gente decía ‘Durero’ cuando quería poner un nombre al arte alemán», escribió el historiador del arte Heinrich Wölfflin en 1928, un mito que, cien años más tarde, ha cuajado de modo subcutáneo. Sí, porque Durero, como símbolo, no deja de ser una decantación de las derivas de la historia pero en las tintas del tatuaje, cristaliza como hecho.

Así, Sylvia B. de Nürnberg, afirma: «Mi alma y mi corazón le pertenecen a esta ciudad donde crecí con Durero, alguien que me fascina y me provoca cosas. Cara a cara con las obras, se siente su presencia y energía. Entonces ¿cómo no usarlo para embellecerme? Lo llevo en los brazos, las caderas, el escote y la espalda, desde los tobillos a las nalgas. Quiero que mi cuerpo sea un homenaje».

Sylvia, sin saberlo, está pagando tributo no a Durero sino a la copia, a la restauración del pasado y al espíritu de empresa que, inoculado en la piel, no desaparecerá en su tumba ni en el crematorio que la incinere. A fin de cuentas, estos “para siempre” de nuestra sociedad de consumo duran menos que el papel renacentista pero están garantizados por la fila de clientes que tomarán la posta, poniendo el cuerpo hasta que el meteorito nos separe.