Para todos los que llevamos una larga temporada entregados en cuerpo y alma al cine de terror, en todas sus formas y variedades, encontramos en él un mundo vasto y fascinante en el que se aglutinan infinidad de recursos con un único cometido: subir las pulsaciones del respetable y sumirle en un desasosiego que, con suerte, le acompañará una vez abandone la sala de proyección.

A pesar de disfrutar plenamente todo tipo de aproximaciones al género, soy de los que opinan que el terror no necesita subidas repentinas de volumen, personajes apareciendo repentinamente en pantalla ni otros efectismos similares para meterse bajo tu piel y destrozar tus nervios. Para conseguir esto último, pocas cosas hay más eficaces que abrazar las tragedias del mundo real y transformar algo cotidiano en una auténtica pesadilla.

‘Relic’, el impresionante debut en el largometraje de la cortometrajista Natalie Erika James, parte de esta base, retorciendo temas tan sensibles como son la demencia, la degeneración del cuerpo con la edad y la responsabilidad familiar, para edificar un relato sobrio, contenido, espeluznante y enriquecido por una sensibilidad inusitada.

Directa al corazón

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Tal y como sucedió en su momento con reverenciados títulos de la talla de ‘The Babadook’ —2014— o ‘Hereditary’ —2018—, la mayor virtud de ‘Relic’ trasciende por completo a su componente sobrenatural, permitiendo una identificación plena con el conflicto y sus lecturas —que calarán hondo en el corazón del espectador más cómplice—, y convirtiendo una cinta ya de por si satisfactoria en una experiencia notable.

Casi confinando a su magnífico trío protagonista, compuesto por unas maravillosas Emily Mortimer, Robyn Nevin y Bella Heathcote que cargan todo el peso del filme sobre sus espaldas, James deshilacha sin ningún tipo de prisa una densa madeja de horror velado, apuntalado sobre una atmósfera asfixiante, que descubre en su núcleo un tercer acto tremendamente intenso y sobrecogedor en múltiples aspectos.

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Para materializar esta evolución, la realizadora opta por pisar el freno voluntariamente una vez superado el ecuador, haciendo que la película se estanque ligeramente al no mostrar demasiada evolución. Pero este peaje se paga con gusto al descubrir que sólo es una estrategia para tomar impulso y tornar la contención en visceralidad durante un clímax que, finalmente, abraza el fantástico sin concesiones.

Pero si ‘Relic’ trasciende a este impacto y pasa de ser una obra simplemente aceptable para convertirse en uno de los grandes ejercicios del año, es gracias a su última escena. Un broche de oro que condensa su discurso en una imagen final que, de ser receptivo con las materias tratadas, te acompañará una vez finalice la función mientras cala en tu subconsciente hasta casi destruirlo. Y, recordemos, esto es tan sólo una ópera prima.