Buena parte del bienestar psicológico del que podemos llegar a disfrutar reposa en nuestra manera de gestionar las emociones que experimentamos en el día a día. Vivir a remolque de nuestras emociones puede llegar a ser muy frustrante, y más aún cuando estas se ven alteradas sobre todo en situaciones sociales.

Un ejemplo de esto último lo tenemos en quienes sufren problemas de control de la ira. En este artículo veremos algunas claves para regular mejor esa tendencia a las actitude

¿Cómo se manifiestan los problemas del control de la ira?

El cerebro humano se caracteriza, entre otras cosas, por tener una gran capacidad de contrarrestar la influencia de los deseos inmediatos y de los impulsos en general, permitiendo así que nuestras acciones se enfoquen hacia metas a medio y largo plazo, las cuales no serían posibles si estuviésemos haciendo constantemente lo que nos pide el cuerpo. Por ejemplo, la mayoría de nosotros somos capaces de no gastar rápidamente todo el dinero que ganamos para poder disfrutar de caprichos cuando nos llegan los ingresos.

Otros animales son capaces de aplicar también estrategias similares, en las que los objetivos a alcanzar no son inmediatos y requieren de una cierta paciencia. Sin embargo, nosotros podemos aspirar a metas a las que llegaremos tan solo a años vista, a través de una manera de planear acciones que resulta muy sofisticado y basado en el pensamiento abstracto, no tanto en las sensaciones.

Sin embargo, siempre hay excepciones a la norma; por pura estadística, hay personas que apenas sufren altibajos emocionales y jamás tienen problemas a la hora de controlar los impulsos, y otras a las que les pasa lo contrario. Entre estas últimas, hay un subgrupo al que, específicamente, le resulta difícil no expresar un alto grado de enfado o directamente ira ante situaciones cotidianas y relativamente frecuentes que no lo merecen. Veamos qué ocurre en estos casos, teniendo en mente que estas son características generales y que no describen a todos los individuos que sufren este tipo de alteraciones emocionales.

1. Tendencia a la frustración

Las personas con problemas a la hora de controlar la ira suelen sentir un intenso sentimiento de frustración cuando los detalles más nimios del día a día no les salen tal y como querían que les salieran: quedarse sin pan en la panadería, ver cómo alguien se sienta primero en la última butaca libre del transporte público, etc.

2. Intolerancia de la discrepancia

Estas personas tienden a no aceptar bien que otras personas puedan disentir ante temas importantes para ellas.

3. Hostilidad instantánea ante el enfrentamiento

En situaciones en las que otras personas se muestran hostiles, quienes no regulan bien sus impulsos de ira reaccionan casi siempre del mismo modo, mostrando predisposición a que se produzcan ataques verbales o físicos.

4. Descarga de rabia en objetos cercanos

Algo también relativamente habitual en estas personas es la tendencia a descargar la ira en objetos, ya sea dando golpes, apretando o, en general, realizando una acción que se base en la fuerza muscular. Esto tiene sentido, porque la ira hace que el tono muscular aumente hasta un punto en el que los músculos estén mu tensos, y eso puede general malestar.

El Trastorno Explosivo Intermitente

La mayoría de las personas que se plantean mejorar el control de su ira no llegan a haber desarrollado un trastorno psicológico propiamente dicho. Sin embargo, en algunos casos, este problema sí llega a tal extremo de intensidad que llega a ser clínicamente significativo y es motivo para ir cuanto antes a la consulta de un experto de la salud mental.

Esto es lo que pasa con quienes reciben el diagnóstico de Trastorno Explosivo Intermitente; se trata de una alteración psicológica que, como su nombre indica, se basa en las explosiones de ira muy intensa y hasta cierto punto incontrolable. Estos casos son diagnosticados por los profesionales que lleven el caso del paciente, quienes proponen las medidas de intervención psicológica a adoptar.

¿Qué hacer?

Estos son algunos consejos útiles para debilitar el poder de esos impulsos agresivos.

1. Duerme bien y come bien

Esto es básico: si nuestro cuerpo no está en buen estado, somos más propensos a no disponer de demasiada paciencia, dado que al tener que lidiar con un malestar que nos persigue, no estamos en disposición de aguantar además otros imprevistos desagradables. Fíjate un horario de sueño claro y asegúrate de que la mayor parte de tu dieta habitual te aporte todos los nutrientes y vitaminas necesarias.

2. Mantén a raya las adicciones

Otro de los elementos que nos vuelve más vulnerables a los ataques de ira son las adicciones, por un motivo fácil de entender: si solo nos importa el hecho de consumir o de experimentar esa sensación hacia la cual hemos desarrollado dependencia, todo lo que nos separe de ella o que incluso nos distraiga de los pensamientos relacionados con eso, es para nosotros un obstáculo para nuestro bienestar.

Por eso, es crucial prevenir el desarrollo de adicciones (las personas con una emocionalidad alterada son más propensas a caer en ellas) y, si ya se ha desarrollado una, acudir cuanto antes a especialistas que puedan ofrecer tratamiento.

3. Practica protocolos de resolución de conflictos con las personas más cercanas a ti

Interiorizar un método más o menos sistemático al a hora de solucionar discrepancias puede ayudar a que, poco a poco, nos acostumbremos a asumir que una discusión no tiene por qué ser ni una lucha de egos ni un enfrentamiento hostil en general.

Reúnete con personas importantes para ti y estableced, de manera pactada, algunos protocolos sencillos para estructurar los pasos que seguiréis a la hora de ir acercando posiciones. Es importante que ambos mostréis el mismo grado de compromiso con estas medidas, y que obliguen a ambos por igual, no solo a quien tiene problemas de impulsividad.

4. Si crees que es necesario, ve al psicólogo

Finalmente, no hay que olvidar que si los problemas a la hora de controlar la ira son muy extremos, será necesario acudir a terapia y comprometerse con esta sin saltarse sesiones. En la consulta del psicólogo, los pacientes recibirán entrenamiento en técnicas y hábitos adaptados a sus necesidades.

Fuente: wwww.psicologiaymente.com