El compositor Max Richter, alemán radicado en Gran Bretaña, lanzó recientemente su disco, Voices. Este contiene varios tracks que van reunidos en un mismo videoclip, All Human Beings, dirigido por Yulia Mahr, ganadora de un premio Bafta, quien también realizó otro de los videoclips de este disco, para el tema Mercy. En el primero, se conjugan la calma e hipnótica música de Richter, una sucesión de imágenes humanas de horror y de amor, y voces, donde se leen fragmentos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el documento emitido por la ONU en 1948. Desde Oxford, Richter, el mismo que cosechó miles de millones de streams con su creación Sleep, respondió a Perfil, con una similar vocación luminosa a la de sus obras.

—¿Qué es hoy un ser humano?

—Existe una amplia diversidad de experiencias, de circunstancias sociales, económicas, filosóficas. Pero compartimos aspectos básicos: el sentido de justicia, la autonomía, los derechos, las relaciones, la familia y las amistades. Todo esto nos hace pensar y estar conectados entre nosotros. El estado en que se encuentra el mundo nos muestra indefensos, pero tenemos voces, comités de medio ambiente, formas de ayudar a la vida en los laboratorios. El futuro todavía no se ha escrito: hay esperanza.

—En sus composiciones, suele haber una convivencia de cuerdas y de piano.

—El piano es mi instrumento y lo toco desde niño. Para mí, no es solo un instrumento, sino una forma de pesar; la mayor parte de mi trabajo, la escribo tocando el piano. Las cuerdas son el corazón, la columna vertebral de la orquesta. Desde mi punto de vista, son lo opuesto al piano. El piano es el ataque, es un momento que luego desaparece; en cambio, las cuerdas son las que sostienen los tonos.

—Música clásica, contemporánea, electrónica… ¿cómo se siente en relación con estas categorías y su propia obra?

—Esa es una cuestión más comercial. La música, como otras formas creativas, es fundamentalmente experimental, y los compositores siempre se han valido de las nuevas tecnologías. En los siglos XVIII y XIX, las nuevas tecnologías fueron los nuevos instrumentos. En nuestra época, son los sintetizadores, la computadora y los estudios de grabación. Esto no es muy diferente a cuando Beethoven amplió la sección de instrumentos, o a cuando se fue extendiendo el largo del teclado del piano. Yo incorporo la electrónica con toda naturalidad.

—Ha realizado mucha música para cine y para ballet; incluso, la argentina Marianela Núñez bailó su música junto al Royal Ballet de Londres. ¿Qué particularidades tienen esos trabajos?

—Sí, trabajar para una película es muy diferente a hacer un disco propio o de escribir una pieza para un concierto, porque el cine es una actividad grupal; allí, la música se tiene que atener a la actuación, a la dirección y al guión cinematográfico. Recientemente, trabajé para Ad Astra, con James Gray, una persona creativa, que ama y sabe de música. Y hacer música de ballet es una de mis actividades favoritas. Colaboré con Wayne McGregor y Marianela participó en varios proyectos. Ella es una de las bailarinas más estupendas de esta época. Estar junto a bailarines de ese nivel es una experiencia brillante y mágica.