Lo primero que vas a leer cuando pongas Marieke Lucas Rijneveld en Google es que es  una persona «no binaria». Que por eso le agregó «Lucas» al «Marieke» original. Que su género es fluctuante. Vas a leer eso: no es relevante, salvo para la complicación para hablar de esa persona en esta nota.

Después vas a leer que Marieke Lucas Rijneveld tiene 29 años y sigue trabajando en una granja lechera. Eso sí hay que tenerlo en cuenta. Porque todo lo que contará en esa novela rural y calvinista con la que ganó el premio Booker internacional, todo ese clima digno de película de Bergman, estará pasando ya en los prósperos Países Bajos del  siglo XXI, aunque no parezca.

Voy más despacio: Este 2020, entre los seis finalistas del Booker Prize -ese premio inglés que viene ganando prestigio- estuvo nuestra compatriota Gabriela Cabezón Cámara, con Las aventuras de la China Iron, un libro que se ocupaba de la vida de la mujer de Martín Fierro. Seguimos de cerca, como si fuera un Mundial, la final de ese Premio. No ganamos, ganó una tal Marieke Lucas Rijneveld.

Hasta acá las cosas.

Entonces pasó lo mejor que pasa cuando alguien gana un premio internacional: lo publican en países a los que difícilmente hubiera llegado de otra manera.  Así, en diciembre salió La inquietud de la noche, por el sello Temas de hoy, del grupo Planeta.

Y agarrate.

Sabemos, además, que lo que cuenta es en gran parte autobiográfico, lo que agregará un condimento al relato. Voy despacio de nuevo: la nena tiene diez años y nunca se quita el abrigo. La casa es estricta, el que manda es Dios y su mensajero, el padre. Viven en una granja, frío, tierras ganadas al Mar del Norte. Un día desayunan, dicen la plegaria y el hermano mayor, Matthies, se cuelga los patines para ir a correr sobre el hielo del lago.

-¿Puedo ir contigo?

No, no la lleva. Cuando sea grande, dice.

Ella se queda cuidando a un ternero que tiene diarrea. Tiene miedo de que se quieran comer a su conejo para Navidad. Está enojada con el hermano y quiere cuidar al conejo. Y hace un pedido a Dios: que se lleve a Matthies y no al conejo. Ay.

Ay, sí, se imaginan. El hielo demasiado frágil, el chico que cae y no encuentra la salida. Así arranca la novela, así termina la vida de la familia.

La muerte del hijo es el punto de partida, como si ellos se descompusieran al ritmo del cadáver

De ahí en adelante, la pequeña Jas, la narradora, irá contando el tiempo que sigue: «Habríamos podido usar el cordel para atar nuestros cuerpos y no desmenuzarnos», dice. «Después he pensado muchas veces que el vacío empezó en ese momento».

Si la vida sigue, siempre sigue, ni que hablar en el campo, donde por muerto que esté el primogénito -la nena cree vive en las diez plagas bíblicas, pero desordenadas- hay que darles de comer a los animales, curarlos, hacerlos parir. «En el pueblo nadie pasaba mucho tiempo con sus propios pensamientos porque entonces se te estropeaba la cosecha», dice la narradora.

Que no se da cuenta -es una nena- cómo va enloqueciendo su madre, cómo se sigue destruyendo su padre. Un proceso en el que la muerte del hijo es el punto de partida, como si ellos se descompusieran al ritmo del cadáver, como si se quedaran con él.

Así la nena vive entre prohibiciones religiosas y fuegos sexuales con otra hermana, con la crueldad desatada del hermano varón y más grande -que mata animales y es capaz de dañar mucho a otra nena-, con una catástrofe sobre las vacas que son su sustento y parte de su vida.

La nena rara, la nena de la que todos se burlan, la nena que no hay manera de que se saque el bendito abrigo roñoso, la nena convencida de que Dios perdona mil veces, la nena que todos los días piensa -teme- cómo  irán a morir sus padres y que ya los está perdiendo: «A menudo extraño a mis padres aunque los veo todos los días».

La nena un poquito abusada que no quiere «ni tetas ni chicos». Que aprendió que «el duelo es una bolsa de bolitas vacías». La nena que cree que su madre esconde judíos -los judíos del Holocausto– en el sótano y que se permite algún chiste con Hitler (que en la versión inglesa fue censurado).

Hay que leer La inquietud de la noche con tiempo y con calma. Es un libro triste, de descubrimiento, poético, sucio, cruel, inocente.

Porque hay muchos mundos en este mundo, muchos siglos XXI incluso en el mismo país.

Ficha

Editorial: Temas de hoy (Planeta)

Páginas: 285

Precio: $1090 (papel), $319,99 (ebook)