En 1921, André Gide anota en su diario, tras visitar a Marcel Proust, que el autor de En busca del tiempo perdido le ha dicho, acerca de ciertas experiencias biográficas, que “se puede contar todo… pero con la condición de no decir jamás ‘yo’”. Y el hedonista y exhibicionista Gide apostilla: “Ese no es mi problema”.

Pero sí era el problema de Proust, que vivía su homosexualidad como “una maldición” y necesitaba camuflar en la ficción algunos temas personales. El próximo día 21, la editorial Lumen publicará en castellano El remitente misterioso y otros relatos inéditos, obra aparecida en el otoño del 2019 en Francia, y que causó conmoción por sacar a la luz ocho cuentos inéditos del escritor, más uno ya conocido.

Brevísimos, a veces inacabados, se trata en realidad de sus descartes a Los placeres y los días, publicado en 1896, y son un festín para los fans proustianos. Estaban en manos del editor Bernard de Fallois (1926-2018), que en los años 50 hurgó, con la complicidad de los herederos, en los archivos familiares y, por ejemplo, hizo nacer el libro Contra Sainte-Beuve. De Fallois dispuso que, a su muerte, se conocieran los textos “para evitar que acaben en una casa de subastas”.

No los quiso publicar en vida, principalmente por “la predominancia de la puesta en escena de la homosexualidad, en un momento en que todavía vive cerca de sus padres”.

Luc Fraisse

Universidad de Estrasburgo

Luc Fraisse, profesor en la Universidad de Estrasburgo, ha sido el encargado de la edición original francesa. Preguntado por este diario, afirma que “el lector descubrirá a un Proust de 22 años, un hombre joven asombrosamente preocupado por la muerte, por los últimos instantes de la vida, teniendo ya el gusto por el misterio (el cuento que da título al libro evoca la atmósfera enigmática de los relatos de Edgar Allan Poe) y atormentado de manera trágica por su homosexualidad, que percibe como una maldición. Descubriremos también a un joven autor que busca su voz y ensaya fórmulas literarias que no cultivará posteriormente: el cuento de hadas, el diálogo entre muertos, el cuento fantástico o la alegoría”.

Pero ¿por qué no quiso publicarlos en vida? Fraisse no alberga dudas: “La primera razón es la predominancia de la puesta en escena de la homosexualidad, en un momento en que todavía vive cerca de sus padres”.

Pero no descarta que haya también otras razones: “En el plano estético, Proust ha podido querer no sobrecargar su libro, muy diverso, con un solo tema o una sola coloración (trágica)”. Los papeles que este experto ha tenido en sus manos muestran que el escritor cambiaba constantemente los textos, quitando y añadiendo cuentos. “Hay una frase reveladora del prólogo a Los placeres y los días, que fue suprimida en la edición impresa pero que aparece en el manuscrito, que dice que aquello que ha suprimido es tal vez lo que más le importaba”.

Para el padre del nuevo libro, hay que comprender que “aún no se da aquí la suntuosa maestría y la perfecta madurez de En busca del tiempo perdido, pero se sacia nuestra curiosidad de ver cómo comenzó el genio, es como si encontráramos una libreta de dibujo del joven Leonardo da Vinci”.

Fraisse quiere destacar dos elementos, a su juicio, autobiográficos. En Recuerdo de un capitán, “narra una emoción homosexual en el medio militar, de un modo que evoca el período y detalles de su propio servicio militar en Orleans, entonces muy reciente”. Por otro lado, en El don de las hadas, un relato alegórico, “nos conmueve especialmente, porque vemos a un hada explicarle a un hombre joven que le concede el don de una sensibilidad extremadamente rica, que tendrá sin embargo la contrapartida del sufrimiento que le acarreará toda la incomprensión hacia esas delicadezas. Sobrecogedora profecía de lo que será toda la vida de Proust”.

Entre hombres

Valèria Gaillard es traductora de Proust al catalán. Destaca “la importancia fundamental” del tema homosexual en los nuevos relatos pero recuerda que “ya en su correspondencia, desde que iba al instituto, reivindicaba las relaciones entre hombres de la antigua Grecia, como hace aquí en el relato En el infierno”. Justamente, “hay una fotografía con dos amigos suyos que levantó la indignación de los respectivos padres. Él no tenía dudas sobre la naturaleza de sus deseos, pero lo veía como una maldición que se sumaba a la condición de judío por su madre, aunque hubiera tenido una educación católica vía paterna”.

Para Gaillard, “en la Recherche, una obra mucho más madura, el tema son las intermitencias del corazón, los celos, hay una visión muy compleja del amor, un tratamiento oblicuo que afecta a todo tipo de parejas y combinaciones: ¿cómo puedes amar a alguien tan fuertemente y el otro permanecer indiferente? ¿Cómo puedes estar tan enamorado y que, de repente, todo se enfríe? Su visión del amor es muy pesimista, para él no deja de ser una proyección del yo hacia otra persona, a la que ves como te interesa. Toda la energía, como vio Estela Ocampo en Cinco lecciones de amor proustiano, viene de ti mismo, no del ser amado”.

Gaillard apunta que “hoy nos parece mentira, pero la cuestión gay fue obviada por muchos críticos, como aquí Maurici Serrahima. Para ellos, como para Proust, se trataba de algo profundamente conflictivo. Oscar Wilde, su contemporáneo, que sí se había posicionado claramente, fue un día a visitarlo y Proust huyó despavorido, no quiso verle para que no los relacionaran. Nos ha quedado solo que Wilde dijo que Proust vivía en una casa horrorosa, con unas cortinas muy feas”. En uno de los relatos de El remitente misterioso… se apunta otra cosa que Proust hacía: “Flirteaba con las hijas de sus amigos para sembrar dudas. E incluso se batió en duelo con Jean Lorrain porque este le ‘acusó’ de homosexual”.

Gaillard ve también “un tema muy suyo: el trastocamiento de roles, los hombres-mujeres y las mujeres-hombres, era algo muy novedoso y atrevido. O la cuestión del voyeurismo”. Pero lo que más le ha sorprendido del nuevo volumen “es el estilo, muy sencillo. Frase, punto, frase… Piensas: ‘¡Esto no es Proust! ¿Dónde están las subordinadas kilométricas, esa prosa discursiva y laberíntica?’. Te das cuenta de su proceso de aprendizaje, trabajó mucho para encontrar su voz. Este es un Proust límpido, verde, de hecho él mismo no consideró estos textos lo suficientemente maduros para su publicación y expertos como Jean-Yves Tadié han escrito en Le Monde que, para él, carecen de interés”.

Para el profano al menos, otro aliciente del volumen es encontrar temas, escenas e incluso personajes que aparecerán años después en su obra magna, un apartado que se recoge en la parte final del libro, a partir de otros papeles del archivo de Bernard de Fallois.

PK