Ahora que los animales dejaron de ser una propiedad para convertirse en “hijos” de la familia, se desarrolló una enorme industria para alimentarlos y cuidarlos.

Las mascotas se han convertido en un inmenso negocio. Los norteamericanos gastaron el año pasado casi US$ 100.000 millones en mascotas y elementos para cuidarlas, según cálculos de la American Pet Products Association (APPA), una suma que viene creciendo a razón de 4% al año desde 2008. Eso es más de lo que gastaron en teléfonos celulares o en películas combinado y mayor que el PBI de Etiopía

La comida y los productos de cuidado de mascotas ofrecen a los inversores el tamaño y la estabilidad de una industria ya desarrollada. Sin embargo, la cambiante naturaleza de la relación entre humanos y sus mascotas significa que adopta las características de un nuevo sector en rápidocrecimiento. En Estados Unidos, las ventas de alimentos para animales domésticos crecieron entre 4% y 6% anual en los últimos siete años: el mercado tuvo en 2019 una valuación de US$ 29.000 millones.

El bienestar psicológico de las mascotas.

En los últimos años creció el número de “behavioristas” de animales cuyo objetivo es crear las mejores condiciones para generar relaciones entre humanos y mascotas. Un behaviorista trabaja para entender por qué un perro quiere hacer algo y brinda una salida para esa motivación para que pueda hacer lo que quiere pero de una manera que no resulte problemática para sus dueños.

El desarrollo de productos para mascotas se ha convertido en el campo de juego de la innnovación. Buscan crear juguetes que entretengan tanto al perro como a sus dueños. Juegan con materiales, sonidos, olores y formas para satisfacer y estimular a los animales.

Cuanto más se trata a los animales como personas más dispuesta está la gente a gastar en alimentos, servicios y salud. Pero cuando la sociedad comienza a considerar a perros y gatos como humanos, con derechos humanos y civiles, podrían producirse cambios desestabilizadores en la industria. La industria de las mascotas está basada en la premisa que las mascotas son una propiedad, como el ganado, y que por ende pueden ser comparadas, vendidas y eutanasiadas. Darles carácter de personas podría cambiar profundamente esa dinámica.

Fuente: revistamercado.com