En 1959, el poeta chileno Pablo Neruda publicó sus Cien sonetos de amor (aunque estrictamente, no son sonetos). Los dedicaba a su esposa Matilde Urrutia. «Con mucha humildad —contó Neruda—, hice estos sonetos de madera, les di el sonido de esta opaca y pura substancia».

Entre ellos, había uno situado en el mes de marzo, en su luz que ya anuncia la partida del verano y el inicio de otra etapa.

Dice así

El mes de marzo vuelve con su luz escondida

y se deslizan peces inmensos por el cielo,

vago vapor terrestre progresa sigiloso,

una por una caen al silencio las cosas.

Por suerte en esta crisis de atmósfera errabunda

reuniste las vidas del mar con las del fuego,

el movimiento gris de la nave de invierno,

la forma que el amor imprimió a la guitarra.

Oh amor, rosa mojada por sirenas y espumas,

fuego que baila y sube la invisible escalera

y despierta en el túnel del insomnio a la sangre

para que se consuman las olas en el cielo,

olvide el mar sus bienes y leones y caiga el mundo adentro de las redes oscuras.

PK