Veamos cómo nos afecta el temor a decir lo que pensamos realmente, y qué podemos hacer ante él.

Lo que decimos y lo que pensamos nunca son lo mismo. A pesar de que somos libres de pensar todo lo que queramos, no lo somos tanto para decirlo puesto que las normas sociales y nuestra propia forma de entender qué está bien decir y qué no tanto actúa como un filtro, aplicando la autocensura.

Cierto que decir absolutamente todo lo que pensamos puede ser peligroso, tanto para nosotros como para la persona con la que estamos conversando, puesto que hay cosas dichas que pueden ser más punzantes que el más afilado de los cuchillos.

Sin embargo, sí que es cierto que nuestro concepto de qué no deberíamos decir es demasiado exigente, impidiéndonos mostrarnos ante los demás como realmente somos, es el miedo a decir lo que piensas, un temor del que vamos a profundizar y ver qué se puede hacer a continuación.

¿Qué es el miedo a decir lo que piensas?

Lo que decimos y lo que pensamos no son lo mismo. Nuestra mente es un lugar donde prevalece la libertad de opinión, una especie de pantalla mental en la que proyectamos todo tipo de pensamientos, opiniones, sentimientos, emociones y creencias sobre las cosas que nos suceden en nuestra vida diaria o relacionadas con algún campo significativo de nuestra existencia. Nuestra mente es libre de pensar lo que quiera, aunque sean pensamientos dañinos y tóxicos en relación con otras personas.

Sin embargo, no todo lo que se proyecta en ese cine de nuestra mente sale al exterior. Lo que decimos y lo que pensamos se puede comparar con un iceberg: la punta, por encima del nivel del mar, es lo que decimos, mientras que todo el proceso psicológico detrás, todas nuestras cogitaciones, es la parte que se encuentra sumergida. Y menos mal que está sumergida porque, a veces, hay cosas que es mejor ocultarlas.

Todos nos callamos bastantes cosas que pensamos. Nos hemos criado en un entorno sociocultural en el que se establece el consenso de que no todo puede ser dicho, más que nada porque puede resultar molesto o incluso ofensivo para otras personas, incluso si lo que hemos dicho lo pensamos de forma sincera e inocente. Por ello nos autocensuramos en más de una ocasión, priorizando conservar nuestras relaciones sociales que no desahogarse diciendo todo lo que pensamos.

Sin embargo, esta autocensura puede ser tan fuerte, tan intensa que realmente nos provoque mucho malestar. Este malestar es causado por el miedo a decir lo que piensas, miedo a confiar en los demás pensamientos y visiones del mundo que crees que podrían malinterpretarse, verse como información poco útil para los demás o, incluso, tienes miedo de que los demás se ofendan o te consideren una persona menos válida.

La falta de asertividad

Pueden ser muchas las causas que estén detrás del miedo a decir lo que piensas, estando entre ellas la falta de autoestima y la ausencia de confianza en uno mismo. Sin embargo, es probablemente la falta de asertividad el factor más influyente en la aparición de este peculiar miedo, teniendo una muy fuerte relación. Cuanto más asertivo se es, en principio, menos miedo se tiene a expresarse libremente.

No podemos hablar de esta habilidad sin mencionar los trabajos pioneros del psicólogo estadounidense Andrew Salter, siendo él a quien se le atribuye haber descrito qué es la asertividad en la década de los 1940 y 1960. Salter la entendió como la capacidad de expresar las opiniones y los deseos personales, es decir, dar a conocer lo que uno siente y piensa, pero además también implica defender nuestros derechos de forma respetuosa, honesta y sincera.

De acuerdo con lo que observó en sus investigaciones, Salter concluyó que prácticamente todo el mundo podía ser asertivo, lo que sucede realmente es que no manifestamos esta capacidad en todas las situaciones. Esto implica que, además de disponer cierta habilidad natural para ser asertivo, aquellas personas que tienen más bien escasa la pueden poner en práctica, incluso si se es una persona muy tímida e introvertida. Siempre hay la posibilidad de perfeccionar nuestras habilidades comunicativas y sociales.

Temor a decir lo que pienso

¿Por qué sentimos miedo a decir lo que pensamos? Causas frecuentes

Son varias las explicaciones que podemos encontrar detrás del miedo a decir lo que pensamos. Entre las más comunes podemos destacar las siguientes:

1. Miedo al rechazo

Muchas veces nos callamos cosas por miedo al rechazo social. Este tipo de miedo se alimenta mediante diferentes pensamientos y creencias infundadas como el temor a que, si decimos algo, a los demás no les va a gustar y van a dejar de relacionarse con nosotros, se sentirán ofendidos o bien porque nos tomarán por personas con ideas extrañas.

Se ha encontrado que este miedo al rechazo podría tener una explicación fisiológica. Un estudio de la Universidad de Michigan descubrió que el rechazo social hace que el organismo humano cree las mismas sustancias químicas que cuando se sufre un golpe físico. Es decir, que los demás nos rechacen nos duele tanto como si nos hubieran agredido.

El problema de este miedo al rechazo es que puede llegar a ser tan intenso que nos callemos muchas cosas, tantas que nuestro “yo” interno y el “yo” que exponemos a los demás serán muy diferentes. Tendremos unas opiniones, percepciones, sentimientos y emociones genuinamente nuestros, pero con tal de gustar a los demás expondremos unos totalmente diferentes, artificiales, que pese a que creeremos que nos acercan a los demás, nos provocará una profundo infelicidad.

2. Pensar que nuestras ideas no valen mucho

Suele pasar que a muchas de las cosas que pensamos les damos un valor más bien escaso. Puede que sean cosas sin mucho sentido, ideas y opiniones que se proyectan en nuestra mente y que creemos que no aportan nada interesante al mundo exterior, y por ello no las decimos. Puede ser que también se deba a que creemos que nada de lo que venga de nosotros puede ser importante, siendo esto un signo de falta de autoestima y poca seguridad en uno mismo.

3. Pensar que vamos a hacer el ridículo

Otro de los porqués del miedo a decir lo que piensas tiene que ver con el temor a hacer el ridículo. Realmente, esta percepción tiene una función adaptativa, puesto que asegurarnos de que no decimos algo y metemos la pata nos puede suponer evitar mucho malestar psicológico, además de la potencial posibilidad de decir o hacer algo que no guste a los demás y que nos suponga perder apoyo social.

Sin embargo, este temor a hacer el ridículo puede llegar a ser tan intenso que nos impida hacer prácticamente cualquier cosa. No queremos pasar por el mal trago de sufrir, pero pensamos que podemos sufrir por prácticamente cualquier cosa que digamos y hagamos y es en ese punto en el que el temor a hacer el ridículo adquiere un matiz claramente patológico y disfuncional. Nos impide ser genuinos, de mostrarnos cómo somos y, también, coarta nuestra libertad y la vivencia de experiencias enriquecedoras.

¿Cómo superar este temor?

Si bien es un miedo muy común, que todos hemos vivido y que se puede llegar a vivir de una forma tan intensa que hasta dé la impresión de que es insuperable, lo cierto es que sí se puede superar. Como hemos comentado, la asertividad es una habilidad que tiene mucho que ver con este miedo en particular y que, cuanto más trabajada y desarrollada esté, más libres nos sentiremos de decir todo lo que pensamos.

Una de las mejores formas para aprender a manejar y superar el miedo a decir lo que piensas es acudiendo a psicoterapia, ese lugar en el que aprenderemos habilidades comunicativas y desarrollaremos un saber hacer más funcional cada vez que nos encontremos ante una situación social. No obstante, también mencionar algunas estrategias que podemos introducir en nuestra vida diaria para reducir este miedo a decir lo que pensamos:

1. Practica con situaciones controladas

Si el miedo a decir lo que piensas se puede trabajar, ¿qué mejor forma que hacerlo primero con situaciones en las que te sientas seguro? Podemos comentarle nuestro problema a aquellas personas con las que más confianza tengamos, diciéndoles que las hemos escogido para practicar nuestra asertividad.

Gracias a que son personas en las que confiamos y que tenemos la certeza de que no nos van a juzgar por aquello que vamos a decir, esta es una muy buena estrategia para ir adquiriendo una mejor habilidad comunicativa, rompiendo ese transparente pero muy sólido cristal que es el miedo al rechazo y a hacer el ridículo.

2. Apúntate lo que piensas

Suele pasar que estamos en nuestra casa solos y empezamos a decir en voz alta todo lo que pensamos. En ese momento, parece que se nos vienen todas las ideas, opiniones, pensamientos en general que están guardados en lo profundo de nuestra mente. Volviendo a la metáfora del iceberg, es como si estando solos este trozo de hielo se expusiera en su totalidad por encima del nivel del mar.

Sin embargo, cuando tenemos que enfrentarnos a una situación social real, con otra persona de carne y hueso, aun incluso queriendo decir todo lo que queremos decir, no se nos viene a la cabeza. Las ideas empiezan a perder conexión, se entremezclan, aparecen de forma caótica y nos frustra mucho.

Para evitar esta situación que claramente no juega en nuestro favor, lo recomendable es que en esos momentos de fluidos soliloquios nos apuntemos en un papel todo lo que se nos venga, hagamos un esquema.

Cierto que suena como si estuviéramos otra vez en el instituto, haciendo apuntes sobre el temario, solo que el temario es el contenido de nuestra propia mente. Apuntándonos lo que pensamos crearemos una muy útil chuleta que nos ayudará a mantener la serenidad y la coherencia la próxima vez que queramos ser sinceros.

3. Trabaja la autoestima

Uno de los aspectos que puede estar detrás del miedo a decir lo que piensas es, claramente, la falta de autoestima. Este problema no se va a manifestar únicamente a la hora de conversar con otras personas, sino que va a bañar todos los aspectos que conforman nuestra vida, motivo por el cual urge mejorarla.

La autoestima no surge de la nada, sino que se construye con hechos, con aspectos positivos que conforman nuestra forma de ser. Nadie es perfecto, todos tenemos nuestras debilidades pero, también, fortalezas como ser un dotado deportista, un buen estudiante, un gran trabajador… Fortalezas que podemos descubrir tomándonos un tiempo de reflexión y haciendo una matriz DOFA.

Siendo conscientes de todo lo bueno que conforma nuestro ser, podremos incrementar nuestra autoestima, hacer que ese miedo a hacer el ridículo sea más realista y no impregne todas las situaciones sociales que nos imaginamos que podrían ir mal y, además, ganaremos confianza en nosotros mismos. Todo ello incrementará nuestra asertividad, sintiéndonos más seguros y libres para decir aquello que no nos atrevíamos a dar a conocer a los demás.

Fuente: www.psicologiaymente.com