El callejón de las almas perdidas. Corrían los comienzos de los años 90, y Guillermo Del Toro, que todavía ni imaginaba ganaría un Oscar décadas después, recibía de manos del actor Ron Pearlman, un libro: El callejón de las almas pérdidas. Un clásico entre secreto y popular, sobre ferias y monstruos. Hoy, Del Toro, es el director de una nueva adaptación del libro, que acaba de estrenarse y es protagonizada por Bradley Cooper, y, claro, donde se pasea su amigo Ron Pearlman. Cooper representa algo nuevo en el cine de Del Toro, y no: “Normalmente, siempre, en mis películas siempre hay monstruos ‘humanos’. Ahí está presente el recuerdo de Michael Shannon en La forma del agua, Sergi Lopez en El laberinto del fauno. Este personaje es una expansión de esos personajes a todo el largometraje, es decir, a dejar de ser aquello a lo que los demás reaccionan y verlo operar, por las suyas, por sus voluntades. Y suma: “Al personaje de Eduardo Noriega en El espinazo del diablo lo definen como ‘un príncipe sin reino, un hombre sin amor’. El personaje de Sergi López tiene un problema con la sombra de su padre, ahí está lo que te digo. Michael en La forma del agua es ambicioso, un trepador, un solitario. Ahí está… Pero esta película me dio la posibilidad de examinar esto de una forma más psicológicamente compleja y eso fue maravilloso. Porque entonces, el horror no está en ningún otro rincón que en la cabeza del personaje este, en esa ambición, en esa oquedad que tiene en el corazón. Esa ambición que no tiene, como dicen en Guadalajara, llenadero. Cuando se vive con un hueco, nunca es suficiente”. 

—Decís que en este caso se trata de un monstruo, hablando del personaje de Bradley Cooper, que esta siempre a la vista ¿cómo mostrarlo entonces para que no sea simplemente eso? Porque la película oscila entre mostrarlo así y no.

—El entendimiento de su dimensión humana, la comprensión o empatía que pueda tener, o generarte, no opera en contra de la brutalidad de sus acciones. Los grandes monstruos de la historia de la humanidad tienen un lado que puedes entender, de cualquier forma. Obviamente no quiere decir que estes de acuerdo, pero ser monstruo es ser humano, sin dudas. Todos tenemos un atardecer, un momento con la familia, un perro que te conecta a otra cosa más elevada…todos. Entonces ¿cómo lidias con que todos pueden sentir amor, hasta los monstruos que hacen daño? La manera en que se está roto, a veces no te permite ver a otros, y eso genera una soledad total. Lo difícil al llevarlo al cine es no mentir: yo no engaño, al principio del film te lo muestro arrastrando un cadáver. Poco a poco lo vamos descifrando, lo vamos entendiendo. Pero nunca te escondí su misterio, aquello que no muestra a los demás. Quizás la misión más importante, nuestra esperanza con la coguionista Kim Morgan, es que puedas entenderlo, más allá de que los apruebes o no. Que entiendas la soledad, que es algo muy de nuestros tiempos. 

—Esta película llega a las salas, pero Pinocho, tu versión del clásico que acaba de ser anunciada, va por streaming ¿cómo vivís esta edad dorada del contenido y qué pensas saldrá de esto?  

— Para mi son dos caminos que se cruzan. Hay que ver si vamos a ir hacía la derecha, hacía arriba a la izquierda, bueno, eso esta por verse. O si vamos a dar la vuelta en U. El Covid afectó a taquilla profundamente, sobre todo porque el público adulto no quiere arriesgarse para ir a una sala de cine. En las plataformas, y lo te lo digo a nivel personal, el tamaño de una película es su ambición cinematográfica. Tú puedes tener una gran película, que viste en una plataforma. Pero también, aquí hablamos entre latinos: ¿cuántos clásicos que nos afectaron profundamente vimos en una pantalla de televisión en una pésima calidad? Metrópolis, por ejemplo la vi en la televisión, cuando la presentaba López Moctezuma. La primera vez que vi un Hitchcock fue en la televisión. La primera vez que vi un clásico del cine mexicano fue en la televisión. Entonces… no creo que vayan a desaparecer las salas de cine. Sí que va a ser una experiencia más delimitada para un determinado tipo de cine. Todo en la vida, después de estar 57 años acá, viene con su lado bueno y su lado malo. Mira, la vida es un sandwich de mierda: tiene más pan o menos pan, pero siempre hay mierda. 

—¿Cuál sería el pan en este escenario?

—Es simple: yo vengo cargando Pinocho hace más de 15 años, y ningún estudio la quería hacer. Y me dijeron de inmediato Ok ahora. Más allá del titular, este fenómeno merece que se respire. Ahora estamos inhalando, y ya queremos saber el resultado. Estos cambios van a llevar años, para saber donde cae quien y como. Películas que antes los estudios sistemáticamente rechazaban, ahora se hacen. Lo más interesante e importante es que podamos seguir contando historias.

—¿Hay una lectura de esta película que habla sobre la industria del espectáculo?

—Creo que esta en el germen de la historia. La novela habla del capitalismo, y su llegada. La película habla de algo de origen, de una tendencia humana, de la ambición y de la insaciabilidad. De la destrucción de una persona cuando eres niño, lo interesante es lo fenomenológico, si no lo espiritual. La mentira es tu relación con vos, con tu espíritu; solo tu sabes la estas llevando a cabo y eliges esa forma de vincularte con el mundo. La mentira es veneno, que te envenena a tí y al mundo. La nutrición hueca, la popularidad, la fama, los clicks, los seguidores, los votos: hay una oquedad mucho más originaría que el capitalismo en nuestros modos más superficiales. La película, mi película, sigue a un personaje y permite entenderlo poco a poco. Esa es la gran diferencia entre el cine negro clásico y lo que hacemos en está película. Bradley Cooper está desnudo a nivel espiritual en esta película. 

—El director Paul Schrader dijo que esta es tu mejor película, y que es la mejor actuación de Bradley Cooper ¿cómo se toman esos elogios?

—Mira…cuando viene un elogio de un colega, de un director, tiene un peso muy específico. Ellos saben el arte y la artesanía que implican esto. Yo puedo hablar con un director de un dolly, una grúa, y en cambio en una entrevista me tengo que limitar a cierta profundidad que no alcanza los gestos fílmicos. Estoy de acuerdo con él que si no es la mejor, es al menos mi película más compleja. Y también que bendición en mi vida que es Bradley Cooper en este momento como actor es algo extraordinario. Esa es una complicidad que… si no está bien la luz, el plano, la escritura, el actor, no sucede. Yo creo que todos los involucrados pusimos lo mejor. Paul me dijo eso, William Friedkin también, y un director cuyo nombre no puedo decir.

Los cuadernos del creador 

Es famoso que Guillermo del Toro generaba a la hora de cada proyecto, suceda o no, unos cuadernos, adorados por los fans, con sus ideas a la hora del diseño. Ahí sus monstruos, sus mundos, sus colores. Pero el ganador del Oscar por La forma del agua tiene una respuesta que lo hace reír de felicidad frente a ese concepto hoy: “Por suerte, cada vez dibujo y boceto menos, y eso tiene que ver con que cada vez tengo colaboradores más frecuentes. Ahora tengo la fortuna de escribir a medida que voy avanzando, antes quizás tenía que esperar años para que un proyecto se haga. Acá, en El callejón de las armas pérdidas, hice algunos dibujos, pero no tantito la verdad. Dibujé a él con la venda, el bebé cíclope, el círculo que define a la película. Ahí estaba la idea de perder el color rojo cuando abandonan el carnaval. Lo que es intoxicante en el mejor sentido para mí es el vínculo con los actores, y la intimidad que pude generar con Bradley Cooper, que no había generado con ningún otro colaborador jamás”.   

—¿Por qué ir a un clásico en lugar de una idea original?

—Bueno, es una versión de un clásico, no es una remake. Hay muchas vertientes del libro que no se exploraron en la primera adaptación. Una nueva versión de Macbeth no es una remake. Para mí mi película es completamente nueva, y su acercamiento visual es nuevo y sentido. No veo riesgo. Fue un reto creativo gigantesco. Yo no volví a ver la versión original. Pero primero en mi vida estuvo el libro.

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