Cualquiera que haya pasado por la escuela primaria en los últimos treinta años sabe quién es Silvia Schujer: con tres décadas como referencia de la literatura infantil y juvenil (un universo populoso que suele apretujarse en la sigla LIJ), no solo es la autora de más de medio centenar de libros, sino que además ganó en 1986 el Premio Casa de las Américas en el rubro infantil-juvenil por Cuentos y chinventos; ingresó en 2003 en la Lista de Honor Ibby (la Organización Internacional para el Libro Juvenil) por La vaca de esta historia y fue distinguida dos veces con el Konex por su obra, entre otros muchos galardones. A pesar de todo esto, cada tanto, recibe “sugerencias” sobre sus historias: “Me rebela cuando me piden que escriba en “español neutro”. Me niego rotundamente a traicionar mi lenguaje», dice.

Silvia Schujer posa con una muñeca de la niñez. Foto: Diego Fernández Otero.


Silvia Schujer posa con una muñeca de la niñez. Foto: Diego Fernández Otero.

Aunque primó la sensatez y los editores británicos del escritor Roald Dahl anunciaron hoy que se podrán seguir leyendo sus libros sin cambios para hacerlos aptos para las «nuevas sensibilidades», otras influencias acechan a la literatura infantil cotidianamente, con menos visibilidad, pero igual vocación por hacer primar valores económicos o publicitarios y no la calidad de una obra.

“Las editoriales, por suerte, no son todas iguales –retoma Silvia Schujer para Clarín–. Mientras las sugerencias se produzcan atendiendo a la estética del texto, todo bien”. Esas sugerencias a las que refiere forman parte de un momento determinante en la elaboración de todo libro: la edición. Un diálogo entre quien escribe y quien lee con herramientas profesionales para potenciar lo mejor de esa historia, lucir los recursos elegidos y acompañar a ese texto hacia su mejor versión. Todo esto en teoría.

A la escritora Sandra Comino, autora de imprescindibles como La casita azul o La enamorada del muro, una editora le avisó que achicarían uno de sus libros para adecuarlo «al mercado». A Norma Huidobro, creadora de Anita Demare y sus aventuras pero además premiada por Octubre, un crimen, le cuestionaron algún personaje infantil por ser “demasiado” independiente. Y Andrea Ferrari, autora de Detrás de la máscara o El complot de Las Flores, escuchó en alguna editorial que era mejor retirar una “mala palabra”.

“Creo que un editor tiene un rol importante. Los autores pasamos mucho tiempo solos con nuestros textos y una mirada inteligente e incisiva muchas veces ayuda a mejorar el libro.

Nahuel Lanzillotta

Andrea Ferrari.
Escritora.

¿Editar es censurar?

Entonces, ¿cuál es el límite entre la necesaria edición y la censura lisa y llana? Para empezar, responden a Clarín estas cuatro notables autoras, que llevan mucho tiempo construyendo lectores y lectoras sensibles y críticos, no solo en la Argentina y no solo entre hispanohablantes.

Sandra Comino, a la izquierda, durante la 46º Feria Internacional del Libro en Buenos Aires. Foto German Garcia Adrasti.


Sandra Comino, a la izquierda, durante la 46º Feria Internacional del Libro en Buenos Aires. Foto German Garcia Adrasti.

“La edición tendría que limitarse a lo literario. El editor acompaña no desvía”, dice Sandra Comino, que además de escribir, es tallerista y crítica literaria. La autora de Nadar de pie, por eso, señala una diferencia importante entre editar y “coachear”: “El tema es complejo. Publicar por la temática y no por la escritura es un error. Obvio que la temática interesa pero la literatura no es solo tema. Es escritura, estructura, voz narrativa, punto de vista, historia… cómo cuento lo que cuento sin subestimar al lector. Sea LIJ o no. A nadie se le ocurriría tocar la obra de García Márquez. Al menos quiero creer eso”, opina.

Cuando Comino habla con Clarín de temas refiere a ciertas modas que operan en el mercado. Schujer avanza en ese sentido: “El sistema capitalista pretende obtener la mayor ganancia posible en cualquier actividad productiva. En el afán de vender más libros, a veces se imponen modas (algunas importadas, otras más locales) que, si funcionan económicamente, empiezan a dominar el mercado en detrimento de otras obras con valores artísticos que cotizan menos».

El problema aparece cuando, en función de ciertas supuestas modas (el no uso de ciertas palabras para “no herir sensibilidades”, por ejemplo, o la mayor o menor capacidad que tenga un texto para ser comercializado en otros paises) te piden cambios.

Nahuel Lanzillotta

Silvia Schujer
Escritora.

Para Schujer, «en eso la responsabilidad es múltiple, pero básicamente se trata del funcionamiento de un sistema perverso que no solo se reduce al campo editorial. El problema aparece cuando, en función de ciertas supuestas modas (el no uso de ciertas palabras para “no herir sensibilidades”, por ejemplo, o la mayor o menor capacidad que tenga un texto para ser comercializado en otros paises) te piden cambios”, ejemplifica. Y puestos a pedir, se los piden a quienes dan sus primeros pasos, pero también a autoras que ya son un clásico, como ella misma.

Andrea Ferrari, periodista y escritora.


Andrea Ferrari, periodista y escritora.

Otra autora de clásicos es Andrea Ferrari. Y no precisamente hablando de temas sencillos: la salud mental en la adolescencia, el desempleo, la muerte, la pandemia, los estereotipos de belleza femenina, la emigración, la homosexualidad y muchos otros asuntos considerados difíciles recorren una obra con títulos notables como El hombre que quería recordar, Aunque diga fresas, Los chimpancés miran a los ojos o El retrato de Verónica G.

Cualquiera diría que Ferrari ya no necesita de quien la edite, pero ella dice a Clarín lo contrario: “Creo que un editor tiene un rol importante. Los autores pasamos mucho tiempo solos con nuestros textos y una mirada inteligente e incisiva muchas veces ayuda a mejorar el libro. Pero es bastante evidente cuando todas las sugerencias de cambio van en el sentido de hacer el texto más fácilmente digerible, limarle cualquier arista que pueda ser controvertida. En ese caso un autor puede plantarse en el rechazo o decidir llevar el libro a otro lado”.

La edición tiene que ver con el texto, hace al texto, es interna. La censura siempre tiene que ver con ‘el afuera’.

Nahuel Lanzillotta

Norma Huiodobro.
Escritora y editora

Norma Huidobro, que ganó el Premio Clarín Novela en 2007 con El Lugar Perdido, es una autora audaz para la LIJ porque explora con mucha belleza territorios marginales: barrios periféricos de la Ciudad (Barracas, San Telmo, La Boca por ejemplo, además del Conurbano sur) y grupos sociales menos narrados (madres adolescentes, familias femeninas, niños a cargo de hermanos o de abuelas, adultos mayores…).

Esa singularidad fue reconocida no solo por su público. Su novela juvenil Cleopatra lo sabía integra la lista White Ravens 2016 (la prestigiosa selección anual que hace la Internationale Jugendbibliothek de Munich) y por El misterio del mayordomo recibió el Prize Livrentete, otorgado por la Unión de Bibliotecas de Francia, en 2015.

Norma Huidobro, que ganó el Premio Clarín Novela en 2007 con El Lugar Perdido.


Norma Huidobro, que ganó el Premio Clarín Novela en 2007 con El Lugar Perdido.

Pero además, Huidobro es editora. “La edición siempre es necesaria –dice a Clarín– y alguien tiene que hacerla. Hay autores que no necesitan que se los edite, porque lo hacen ellos mismos, te presentan un texto al que no hay que hacerle nada o muy poco, y ese poco se los comentás y te lo sacan al toque. La censura es otra cosa; aquí entra a jugar el prejuicio, la pregunta acerca de si en la escuela te van a aceptar tal o cual situación planteada en la novela, o tal o cual palabra no muy bien vista. Digamos que la edición tiene que ver con el texto, hace al texto, es interna. La censura siempre tiene que ver con ‘el afuera’”.

En el caso de la obra de Roald Dahl, ese afuera es, además, extemporáneo. ¿Cómo podría la obra de un hombre nacido en Llandaff hace más de un siglo (en 1916) y fallecido en Oxford en 1990 dar cuenta de ideas y valores que se siguen transformando incluso ahora, mientras usted lee esta nota.

Charlie y la fábrica de chocolate, James y el melocotón gigante, Matilda, El gran gigante bonachón, Agu Trot, Las brujas y Relatos de lo inesperado, entre tantos otros de sus libros, dan cuenta de su tiempo y de lo universal, como todo clásico que se precie. ¿Qué hacer entonces con la violencia que hoy sería denunciable? ¿Qué decir sobre los esclavos negros naturalizados? ¿Qué hacer con una niña maltratada por su madre frívola y su padre delincuente?

Roald Dahl, novelista británico.


Roald Dahl, novelista británico.

Para leer los clásicos María Fernanda Maquieira, que es, además de escritora, una gran editora de literatura infantil y juvenil, tiene algunas ideas. Es gerente Editorial del sello Loqueleo, de Santillana Argentina, y se ha visto desafiada por violencias sanguinarias o machismos hoy intolerables que llevaban siglos siendo narradas de esa manera.

¿Qué hacer con eso como editor? Responde ella misma a Clarín: “Como editores de libros en Loqueleo, nos hemos encontrado muchas veces frente esas disyuntivas, por ejemplo ante escenas truculentas en un libro de mitos griegos o actitudes machistas y rudas de caballeros en otro de relatos medievales, que nos han permitido conversaciones muy interesantes con sus autores y autoras, y siempre optamos por priorizar lo literario y cuidar el verosímil”.

Maquieira propone no olvidar que las obras literarias deben leerse siempre en su contexto: “Es absurdo pedirle a un texto de una época determinada que obedezca al pensamiento, los ideales o los sueños de otra. Incluso si ciertas palabras resuenan de una manera distinta en un momento u otro, no veo por qué haya que cambiarlas o adecuarlas”, afirma.

Es absurdo pedirle a un texto de una época determinada que obedezca al pensamiento, los ideales o los sueños de otra.

Nahuel Lanzillotta

Escritora y editora.
Gerente Editorial del sello Loqueleo, de Santillana Argentina.

Y sobre la polémica surgida a propósito de la obra de Roald Dahl específicamente, asegura a Clarín: “Claro que hay libros que envejecen y no son leídos por las infancias actuales, que plantean situaciones o personajes muy alejados de los lectores, realidades fuera de época, o un lenguaje arcaico. Pero los libros que se han convertido en clásicos atraviesan las épocas y nos interpelan cada vez de maneras diferentes. Me parece que esto ofrece buena oportunidad para discutir en la escuela: ¿por qué el autor/la autora habrá escrito eso? ¿qué pasaba en esos años? ¿cómo era esa sociedad? ¿qué significa esa palabra hoy y por qué nos molesta? ¿qué batallas hubo que atravesar? Creo que eso es lo rico, al contrario de las posiciones de ultracorrección que intentan adecuar o cambiar un texto según lo que dicta el mercado”.

De la misma idea es Claudia Amigo, la editora de las dos revistas infantiles con mayor público, Genios y Jardín de Genios. Ella tiene a su cargo la elaboración de un material que llega a miles de manos infantiles en todo el país, con realidades muy distintas.

Sobre los clásicos como los de Dahl, dice que hay que seguir leyéndolos: “Junto a otros (familiares, docentes, mediadores) que puedan explicarles a los lectores de hoy por qué esos valores tenían vigencia en otras épocas (e inclusive siguen teniéndola actualmente en otros lugares). Si no los leemos tal cual fueron escritos, podríamos a llegar a pensar que nunca existieron esos valores, ¿no?”, se pregunta e ilumina un punto determinante: lo que no se nombra, ¿deja de existir?

María Fernanda Maquieira es, además de escritora, una gran editora de literatura infantil y juvenil.


María Fernanda Maquieira es, además de escritora, una gran editora de literatura infantil y juvenil.

En Genios y Jardín de Genios se publican cuentos con frecuencia. ¿Cómo se eligen las historias y los abordajes? Responde Amigo: “Los autores ya conocen el tono de las revistas y el repertorio de temas que preferimos dar. Pensemos que son revistas con un perfil determinado, que combinan lo lúdico y lo didáctico, dirigidas a un público muy amplio, se distribuyen en todo el país. Trabajamos lo clásico: leyendas, mitos, cuentos de hadas desde una nueva mirada, valores; pero también vamos con el humor, lo cotidiano, el disparate, lo ridículo y sobre todo, el despliegue de la imaginación. Imaginamos que ese cuento será leído en familia, antes de ir a dormir y eso limita, en cierto sentido, el abordaje de algunos temas que requerirían otro contexto de lectura”.

Tabúes y libros voladores

Silvia Schujer recuerda dos episodios vinculados a la temáticas de sus libros. El periodista Eduardo Feinmann revoleando uno de sus libros por el aire “(y al aire –aclara–) porque le pareció que el pacto ficcional de humor negro que yo establecía con mis lectores, era peligroso para los niños”.

Cuando se puede hablar de algo, las editoriales buscan ficción relacionada. Y está bien. El problema es que, en general, en vez de buscar obras, buscan autores que escriban sobre ese tema.

Nahuel Lanzillotta

Sandra Comino.
Escritora.

No era la primera vez: “Cuando salió mi libro Historias de un primer fin de semana (en 1988), que es la historia de un padre con sus hijas cuando el matrimonio se separa, el diario La Prensa me trató de amoral y unas cuantas cosas mas. Todavía el divorcio no era legal”.

Dice Sandra Comino que la LIJ aborda los temas tabúes cuando hay “permisos” para hablar de ellos. Y sabe de qué habla: “Nadar de pie se publicó cuando se empezó a hablar abiertamente de la Guerra de Malvinas, recién en 2012. La novela tenía años sin encontrar un lugar. Cuando se puede hablar de algo, las editoriales buscan ficción relacionada. Y está bien. El tema es que, en general, en vez de buscar obras, buscan autores que escriban sobre ese tema y si ese pedido temático no coincide con el interés del autor, a veces no sale una historia que conmueva. Un solo autor no puede ser un catálogo de temas”.

Claudia Amigo es editora de las dos revistas infantiles con mayor público, Genios y Jardín de Genios.


Claudia Amigo es editora de las dos revistas infantiles con mayor público, Genios y Jardín de Genios.

En ese sentido, por fuera de las modas y de las tendencias a silenciar, anular, eliminar aquello que testimonia que el pasado fue en muchos sentidos peor (machista, esclavista, violento, colonialista y varios otros ista), las dos editoras se animan a recordar y valorar lecturas de sus infancias que hoy podrían ser condenadas.

“Mi recuerdo de niña –comparte María Fernanda Maquieira– es el de haber sido una lectora absolutamente salvaje y desordenada; libro-juego-mundo eran un continuado. Leía con devoción poesías de María Elena Walsh, Federico García Lorca y Nicolás Guillén tanto como los libros de lectura de la escuela El sol albañil o Mi amigo Gregorio. Mi madre había hecho un dibujo con el árbol genealógico de la Familia Buendía y pegado con cinta adentro de la edición de Sudamericana de Cien años de soledad para cuando me atreviera a leerlo”.

Sé que ahora hay versiones políticamente correctas de los libros de Twain, a las que les han borrado la palabra nigger. Yo, como editora, no la borraría.

Nahuel Lanzillotta

Claudia Amigo.
Editora de las revistas Genios y Jardín de Genios.

Y Amigo rescata Las aventuras de Huckleberry Finn, de Mark Twain: “Amé a Twain cuando lo leí de chica, en las célebres ediciones de tapa amarilla de la colección Robin Hood. Era yo la que me subía a la balsa y bajaba por el Misisipi a pura aventura. En ese momento no entendía muy bien por qué había esclavos y pregunté. Esa era la clave: preguntar y que hubiera alguien del otro lado que pudiera explicar, en mi caso, fueron mis padres, amorosos lectores también. Sé que ahora hay versiones políticamente correctas de los libros de Twain, a las que les han borrado la palabra nigger. Yo, como editora, no la borraría. Incluiría una nota del editor explicando el uso de ese término en contexto”.

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