Un niño alza el brazo hacia el fondo, perdido en un grupo de adultos, de pie, en una escalera de un conventillo de La Boca. Otros niños se dispersan por los costados, uno mira fijamente al fotógrafo, alguno agarra un cigarrillo y posa como un actor, están los que permanecen junto a sus padres y hasta una beba sentada casi en el centro de la escena, en un gran plano general.

La foto es de 1902, y además de niños, hay otras ochenta personas, todos inmigrantes que –se supone– viven allí, amuchados en los espacios comunes del conventillo, entre sábanas que cuelgan aireándose al sol, entre muebles y ollas que simulan un comedor al aire libre. Hombres de bigote con sombrero y saco, trabajadores portuarios con piel curtida, mujeres con faldas largas y pañuelos, al cuidado de sus hijos.

Todos, en realidad, en ese instante suspenden la rutina, dejan el griterío de lado y miran silenciosamente a Harry Grant Olds, el fotógrafo norteamericano que logra armar una puesta en escena increíble, desafiando el día nublado y la dificultad del encuadre.

La muestra es una suerte de reflexión sobre los diferentes usos de la fotografía a través del retrato y de sus avances tecnológicos. Foto Emmanuel Fernández


La muestra es una suerte de reflexión sobre los diferentes usos de la fotografía a través del retrato y de sus avances tecnológicos. Foto Emmanuel Fernández

Bajo un prodigio técnico y una mirada notablemente creativa, Olds construye, con su audacia estética, con su sapiencia etnográfica, una de las fotos icónicas de la Buenos Aires de principios del siglo XX.

La sensación, al ver ahora la foto en tamaño de mural al fondo de la galería 1101 Fotoespacio, donde se exhibe la muestra El extranjero, de H. G. Olds, es la de estar frente a Las Meninas, de Diego Velázquez, en el Museo Nacional del Prado de Madrid: una epifanía al fondo del pasillo.​ Esa captura magnética que hace que nada alrededor importe y uno se sumerja pacientemente en los pliegues y las capas del cuadro.

Es imposible, entonces, no suspenderse por un momento en el tiempo, tomar una lupa y flotar en los detalles de la foto, navegar en su encuadre, trasladarse a aquellos períodos turbulentos de un país moderno en ciernes y notar los gestos, las costumbres y las marcas de la pobreza en un instante grabado para siempre en la memoria visual. Con esta foto-mural como atractivo principal se inauguró el jueves El extranjero, una reinterpretación del fondo documental de H. G. Olds (Sandusky, 1868–Buenos Aires, 1943).

Olds nació en 1868 y pertenecía a una familia de clase media baja. Foto Emmanuel Fernández


Olds nació en 1868 y pertenecía a una familia de clase media baja. Foto Emmanuel Fernández

La muestra, según los organizadores, es una suerte de reflexión sobre los diferentes usos de la fotografía a través del retrato y de sus avances tecnológicos. “Una excusa para repensar parte de nuestra historia visual en clave contemporánea”, suelta el presidente del Centro de Investigación Fotográfico Histórico Argentino (CIFHA), Alfredo Srur, quién curó la muestra junto a Ariel Authier: la misma se podrá visitar hasta el 30 de septiembre en Gral. Daniel Cerri 1101, La Boca, de 18 a 21 y con entrada libre y gratuita.

Además, en la misma, se exhibe regularmente el mediometraje Los viajes de H. G. Olds, film recientemente terminado que relata la vida y obra del norteamericano y los viajes de muchos de los documentos que conforman el archivo, uno de los más destacados de América Latina.

Vida y obra

Olds nació en 1868. Perteneciente a una familia de clase media baja, desde temprano se interesó en la fotografía a través de un tío que tenía una librería y que experimentaba con las imágenes. Olds, de joven, exploró el ferrotipo como técnica innovadora. De allí que logró un autorretrato a sus 15 años, foto que integra la muestra actual en La Boca.

“Olds se formó como fotógrafo de estudio en una época donde no existía la electricidad. Era el típico retratista, de galería de pose. En su época esa técnica reemplazó a la pintura, en el sentido de que era más rápido para sacar retratos. Los cambios de paradigma, en la fotografía, se dieron por los avances tecnológicos y Olds es una expresión de la modernidad. Con apenas 16 años fue aprendiz en el estudio de Willard A. Bishop en su ciudad natal del estado de Ohio, y sus primeras prácticas consistieron en retratos al colodión húmedo sobre metal”, agrega Alfredo Srur en charla con Clarín Cultura.

Olds era reconocido como el fotógrafo “argentino”, aun siendo extranjero. Foto Emmanuel Fernández


Olds era reconocido como el fotógrafo “argentino”, aun siendo extranjero. Foto Emmanuel Fernández

Rebelde, aventurero, inconformista, nunca se sintió comprendido en su país. En 1899, por un nexo familiar, partió rumbo a Chile y un año después desembarcó en Buenos Aires, ciudad en la que dejó de ser un técnico para transformarse en uno de los grandes retratistas de la Argentina.

“Olds advirtió el nacimiento de una forma de comercializar fotografías: la industria gráfica y el boom de las impresiones fotomecánicas. Poseído por una energía latente desde hacía muchos años, empezó a confeccionar su propio banco de imágenes, una de las colecciones de vistas, costumbres y retratos más formidable de nuestra historia visual”, continúa Srur.

Así, de ese modo, logró plasmar las transformaciones sociales de las primeras décadas del siglo pasado: los trabajadores, el campo y su maquinaria, las ciudades, los pueblos y sus monumentos. Las imágenes de Olds, incluso, llegaron a países extranjeros, ilustraron los libros y las postales del país para el mundo: la Argentina fue conocida a través de los ojos, la cámara y la técnica de Olds, que nunca necesitó hablar bien castellano.

Una de las imágenes icónicas de la Buenos Aires de principios del siglo XX. Foto Emmanuel Fernández


Una de las imágenes icónicas de la Buenos Aires de principios del siglo XX. Foto Emmanuel Fernández

En la muestra El extranjero, en efecto, aparece desde los clásicos conventillos de Buenos Aires a la figura del payador, o los retratos de los más variados oficios de aquellos años, como lechero, cigarrero, y vendedores ambulantes de diverso tipo: de loras, de tortas, de ajos, o de artículos varios, como una mujer que en su canasto lleva cepillos, peines, espejos, repasadores.

Su trabajo documental fue un quiebre crucial en la fotografía argentina: no es posible pensar la contemporaneidad sin su figura. Para tener una dimensión de las imágenes que componen la muestra, las mismas fueron realizadas en negativos de vidrio 20 x 25 centímetros: en rigor, el detalle que ofrecen en una digitalización en alta resolución es superior al de la mayoría de las cámaras digitales en la actualidad.

Olds como el fotógrafo “argentino” más conocido en el mundo, siendo extranjero. Alfredo Srur remarca su mirada de esteta. “No sólo fue innovador desde lo técnico, sino que tenía curiosidades artísticas. Para venirse a Argentina, rompió su relación laboral con su jefe, en Valparaíso, y rompió con su propia tradición, la del retratista de estudio. Y pasa a ser fotógrafo de exteriores, algo que siguió durante 40 años en una única serie personal para la época”.

Alfredor Srur, al frente de CIFHA y de la muestra de Olds. Foto Emmanuel Fernández


Alfredor Srur, al frente de CIFHA y de la muestra de Olds. Foto Emmanuel Fernández

En la fundación fotográfica hay cerca de mil negativos en custodia de Olds, recuperados en 2013 y digitalizados en alta resolución: el archivo estuvo a punto de perderse, abandonado en una terraza durante 120 años. CIFHA encaró a lo largo de una década un enorme trabajo de conservación y recuperación integral de este fondo fotográfico, adquirido en cajones de frutas.

Allí se guardaban cajas de polipropileno blancas llenas de polvo y tierra con cientos de placas de vidrio mal envueltas en sobres de plásticos transparentes, cubiertos de hongos: a través de su catalogación, digitalización, estudio e intervención artística se produjeron artículos de investigación, piezas fílmicas, exhibiciones y nuevas obras a partir de sus negativos originales. Toda esa tarea contó con el apoyo del Mecenazgo de la Ciudad de Buenos Aires y la Fundación Santander.

“En la muestra se exhiben copias con la misma técnica en la que fueron hechas. Nosotros en la Fundación tenemos un estudio que hace impresiones analógicas como casi no se hacen en el país, tanto a color como en blanco y negro. Y eso permite apreciar el trabajo en crudo de Olds, su mirada documental. Algo que lo apasionaba, como pudimos corroborar en la correspondencia con su esposa Rebecca, donde le escribía sobre sus fotos en la calle y su preocupación por captar el nivel de detalle de sus retratos en estudio”, cierra Alfredo Srur, quien recientemente se trajo de Estados Unidos un baúl con objetos personales de Olds, tesoro que su esposa había conservado durante años.

En la muestra se exhiben copias con la misma técnica en la que fueron hechas. Foto Emmanuel Fernández


En la muestra se exhiben copias con la misma técnica en la que fueron hechas. Foto Emmanuel Fernández

Recóndito en una galería fotográfica de La Boca, entre galpones, depósitos, fábricas y conventillos aggiornados, la mirada brumosa de Olds pervive como lo que supo ser: el gran retratista de las primeras décadas del siglo pasado porteño.

Y todo en la mística del barrio popular que fotografió, una muestra visual bajo una propuesta contemporánea que exhibe sus joyas a los ojos del presente, una muestra tanto para académicos, estudiosos y fotógrafos, como para simples curiosos y vecinos de la zona.

Ficha

El extranjero, de H. G. Olds
Dónde: galería 1101 Fotoespacio, Gral. Daniel Cerri 1101, La Boca.
Cuándo: sábados, de 15 a 19. Hasta el 30 de septiembre​.
Entrada: gratis.

PC

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