La escritora británica Elizabeth Taylor odiaba llamarse igual que la actriz de los ojos violetas –un cambio de nombre de pila en su juventud y el apellido de casada la habían llevado a contar con la misma denominación- aunque la historia de su vida bien podría ser contada en una superproducción de Hollywood como las que protagonizaba su tocaya y resultar atractiva para las multitudes.
Nació el 3 de julio de 1912, en Reading, y murió en Buckinghamshire el 19 noviembre de 1975, luego de publicar doce novelas –entre ellas, Prohibido morir aquí, Una corona de rosas, Un alma Cándida, Una vista del puerto y Ángel, traducidas al castellano– y cuatro libros de cuentos, pero el reconocimiento de su obra fue tardío.
El primero en descubrir su talento fue Peter Davies –el militar que inspiró al personaje de Peter Pan- quien editó de su primer libro, At Mrs. Lippincote’s, en 1945. Taylor llegó a ser comparada con Jane Austen, autora de Orgullo y prejuicio, y el crítico literario Kingsley Amis la consideraba una de las mejores escritoras del siglo XX en lengua inglesa.
Con él, así como con Virginia Woolf y Dorothy Parker, mantuvo una abundante correspondencia, que logró salvarse de la destrucción de sus papeles personales solicitado por ella misma cuando el cáncer que padecía entraba en etapa final.
El género epistolar fue una constante en su vida. En la biografía de la autora que se publicó en 2009, titulada La otra Elizabeth Taylor, Nicole Bauman cuenta que desde poco después de su casamiento, la escritora había mantenido un intercambio constante de cartas con un hombre, al que durante 15 años le escribió acerca de sus creaciones literarias y distintas reflexiones sobre la vida. «La correspondencia más maravillosa y representativa del siglo», consideraba Bauman, quien esperó a la muerte del marido de Taylor para publicar el material.
Kendall Taylor era pastelero, dueño de una fábrica de chocolate y padre de los dos hijos de Elizabeth. Fue quien recibió el premio Whitbread a la trayectoria en nombre de la autora cuando se lo entregaron en 1976, en forma póstuma, poco después de la publicación de su novela Blaming. Con él había vivido desde los 23 años, cuando eligió dedicarse a planchar, lavar y cocinar sin restarle tiempo a estas tareas para ocuparse de la escritura.
Prohibido morir aquí
“De lo mejor que he leído este año”, dijo la escritora Camila Sosa Villada en el programa de streaming Tres estrellas, en referencia a la novela Prohibido morir aquí (La Bestia Equilátera, 2018), que transcurre en el Hotel Claremont, en Londres, un lugar en el que los ancianos pueden establecerse y cumplir con una serie de rutinas acotadas que les impone la edad, pero no morir.
También lo recomendó en 2021 Alan Pauls, entrevistado por Cecilia Szperling en su ciclo literario Confesionario, así como otros tantos escritores y lectores que expresaron su sorpresa ante el descubrimiento del libro, que fue candidato al Booker Prize y está considerado como la obra maestra de Taylor, fallecida el 19 de noviembre de 1975.
“‘Nunca hemos deseado ni esperado la vejez’, dice la reflexiva Natalia Ginzburg en un ensayo. Es decir, formar parte de una ‘muchedumbre gris’ cuyas vicisitudes no encienden ni la curiosidad ni la imaginación. Taylor, en su novela Prohibido morir aquí, argumenta lo contrario”, sostiene la ensayista y especialista en literatura Silvina Marsimian.
Y continúa: “La vejez −muestra la escritora inglesa− puede ser una oportunidad para sorprendernos de nosotros mismos o dejar con la boca abierta a los que nos rodean. ¿Cómo? Poniendo a prueba la última reserva de vitalidad y entusiasmo que reside en alguna de nuestras zonas aún no domesticadas y que nos empuja siempre hacia adelante. Como les pasa a esas plantas salvajes que crecen igual, aunque haya vendavales y caigan intensas lluvias”.
“La lectura de esta novela –la última de Taylor que fue publicada en vida, poco después moriría- me transportó a ese universo de las escritoras inglesas como Virginia Woolf, Katherine Mansfield, o yendo más atrás, las Bronte, Jane Austen o George Elliot. Universos distintos pero una común manera de plantarse frente al mundo de la escritura”, dice la escritora y crítica literaria Josefina Delgado.
“Me impresiona particularmente su madura visión de los personajes, y la firmeza con la cual establece las distintas jerarquías”, continúa. “Desde la protagonista, Laura Palfrey, y quien va a ir creciendo a lo largo de la novela, Mr. Osmond.
Desde luego, Ludo, el joven compañero de paseos y veladas que va a permitir a Mrs. Palfrey comprender que valió la pena llegar a una edad en la que la soledad y el aislamiento otorgan una libertad casi podríamos decir creativa”.
Delgado agrega que los personajes, voluntariamente alojados en el hotel, “personas mayores que no tienen lazos afectivos en los que refugiarse”, sirvieron a la autora para “adentrarse en un mundo en el cual, con sagacidad y también con ironía, muestra las debilidades humanas que quizás los han aislado de sus afectos”.
Y rescata una frase de la novela, que coincide con otros lectores en considerar reveladora: “A medida que envejecía, miraba con mayor frecuencia el reloj y siempre era más temprano de lo que creía. En su juventud era siempre más tarde.”
Tramas de una época
“La novela de Taylor es una valiosa guía de libros y publicaciones periódicas, en la que desfilan temas y tramas de una época”, considera Marsimian.
“Desde la antología de poemas y canciones de grandes autores en lengua inglesa, la más famosa de todos los tiempos, llamada Palgrave’s Golden Treasury; hasta relatos populares como los policiales de Agatha Christie, o críticos de la sociedad, como las obras de Charles Percy Snow o George Gissing. Además, se mencionan diarios −como el célebre matutino Dayly Telegraph− y las revistas de moda, deportes, espectáculos y cultura tan difundidas −como The Fied, Woman’s Own, Vogue o Harper’s.
Según la especialista, estos textos “mantienen a los ancianos anclados a la realidad en la que ya no intervienen activamente”.
Y agrega: “La novela incluye un espejo que la refleja al mejor estilo barroco. Un personaje está escribiendo una novela que se llama Prohibido morir aquí. Se trata de Ludo, un joven bohemio, que se resiste a trabajar y se mantiene pobremente a cambio de tener tiempo libre y la cabeza despejada para construir la gran obra que lo sacará de su destino miserable y anónimo”.
Nuri Abramowicz, autora de La Fantasma (Odelia editora, 2021) accedió a la novela más famosa de Taylor en 2019, año en que decretó que leería “solo escritoras mujeres”.
Atraída por los datos biográficos de la escritora – “vivió a la sombra de una de las celebridades más famosas de su época, Liz Taylor, la actriz que encarnó ideales de belleza, dinero, fama y romances apasionados; ideó sus relatos mientras planchaba la ropa del marido y sus dos hijos”- llegó a Prohibido morir aquí y la devoró en tres días.
“Es una novela disfrutable desde la primera hasta la última línea”, considera, y lamenta que, a pesar de “su prolífica obra”, y del “rescate posterior de sus libros”, la escritora no haya podido conocer la fama mientras estaba viva. “Hoy, para las lectoras y los lectores como yo, el placer de leerla es permanente”, destaca sin embargo.
Un suceso editorial
“Habíamos leído otros títulos de Elizabeth Taylor en inglés y español porque es una autora a que fue muy traducida en España”, cuenta Diego D’Onofrio, director editorial de La Bestia Equilátera.
“Prohibido morir aquí nos llamó primero la atención por su parecido temático con el libro Memento mori, de Muriel Spark, que transcurre en un geriátrico y fue uno de los primeros que publicamos en la editorial”.
Agrega que ese detalle fue el que los llevó a leer la novela de Taylor -que por otra parte había sido llevada al cine en 2005, con el título que en castellano fue Una dama digna- y que ya en esa primera lectura quedaron “maravillados”.
En rigor, las primeras noticias del libro habían llegado de la mano de Luis Chitarroni, anterior director de la editorial, que murió en mayo de este año. “Él, que era un apasionado de las librerías de usado, había encontrado en una de sus búsquedas por librerías de acá un ejemplar en inglés”, cuenta D’Onofrio.
Y agrega que la primera edición al español estuvo a cargo de Bruguera, en 1986, con el título El hotel de Mrs. Palfrey. Dice que en general tardan bastante en decidir qué títulos publicarán, pero en el caso de Prohibido…el proceso fue muy veloz.
“Y no nos equivocamos”, afirma, tomando en cuenta el suceso editorial en el que se convirtió la novela, que se mantuvo durante cinco semanas en el primer puesto entre los libros más vendidos en las listas de los principales diarios y cadenas de librerías.
El pulso de nuestras vidas
En 2023 la misma editorial reincidió con la autora y publicó Una corona de rosas, libro del que dijo la propia Taylor: “Tomen a esta novela como mi declaración personal sobre la vida”. Traducida igual que la anterior por Ernesto Montequin, cuenta acerca del encuentro de tres mujeres, que durante cada verano pasan juntas sus vacaciones en una casa de la campiña inglesa.
“Le había llegado el aroma de las lilas, como para compensar la presencia del enano de yeso en el jardincito y los letreros que anunciaban la invasión de Austria por las tropas de Hitler”, dice en uno de los párrafos más potentes.
Las descripciones de los escenarios naturales son frecuentes a lo largo del relato: “Liz estaba sentada bajo la morera. Los frutos rojos y negros asomaban entre el follaje verde oscuro. Afuera de ese círculo de sombra el jardín ardía y llameaba con los colores cálidos de las flores: caupís, crocosmias, varas de oro, geranios”.
Pero también reflexiones acerca de la sensibilidad humana: “La vida persiste en los seres vulnerables, en los sensibles (…). Se abren camino. Los invulnerables, los que llevan una armadura muy pesada, perecen”.
Y sobre el lugar de la mujer de la sociedad: “Ningún hombre es capaz de entender la vida de muchas mujeres. ¿Cómo podemos obtener cualquiera de las cosas que ansiamos, que tenemos derecho a tener, llámese libertad, aventura o experiencia, sin pagar un precio exorbitante o sin volvernos ridículas ante la mirada de los demás o de nosotras mismas?”.
Para cerrar, podría transcribirse un párrafo –¿una “declaración personal” de Taylor?– acerca de la creación artística: “Todas las civilizaciones son como campamentos intrincados, un picnic complicado frente a los malestares de la naturaleza. Y sobre esa fugacidad montamos nuestros caballetes y pintamos cuadros. Lo que aparece en la tela es el latido de nuestros corazones, el pulso de nuestras vidas. Y sin embargo, ¿qué sucederá cuando hayamos muerto? Otros hombres y otras mujeres pintarán encima de nuestras obras. O nuestros manifiestos contra la indiferencia del mundo yacerán, boca abajo, entre libros viejos y adornos de tiendas de objetos usados, en altillos”.